Escrito en la revista psicologia online
La prosocialidad es un tipo de conducta que se
define en relación al receptor. En este sentido, “la mirada prosocial”
dependerá de las respuestas (conductuales, cognitivas y emocionales) del
receptor. Así, al centrarnos en las consecuencias más que en las
intenciones se plantea la posibilidad de adquirir ciertas habilidades.
La prosocialidad implica la capacidad agente, es decir la acción
consciente para adquirir unos hábitos que nos permitan actuar, más allá
de nuestro propias necesidades, para constituir una “comunidad cimentada
en la
reciprocidad, solidaridad, creatividad y en la responsabilidad”.
En este artículo de PsicologíaOnline, hablaremos sobre
el liderazgo prosocial.
El piloto automático en nuestra cotidianidad
Actuamos –en la mayoría de las ocasiones- con patrones adquiridos,
con el “piloto automático” inconsciente. Arropándonos con nuestros
hábitos nos resistimos al cambio. Las conductas prosociales requieren un esfuerzo.
El primer paso para desprogramar el piloto automático es “tomar
consciencia” de nuestras conductas, pensamientos y emociones. No se
puede disociar lo que hacemos de lo que pensamos y sentimos. Así, un
cambio exitoso requiere lidiar con las emociones, las conductas y los pensamientos. El segundo, consiste en observar las señales que nos ofrecen los receptores para centrarnos en sus necesidades.
La práctica de la prosocialidad
Las habilidades de la prosocialidad nos permite crear una “comunidad
cimentada en la reciprocidad, solidaridad, creatividad y en la
responsabilidad”. La prosocialidad, como práctica conductual, ha crecido
al albur de una determinada concepción ética. Una concepción ética que
implica una clara posición vital: “tú estás bien-yo estoy bien”. El
mismo concepto apunta a la naturaleza social del hombre, pero no como un
ente que únicamente aspira a cubrir sus necesidades, sino como “agente”
que más allá de razones extrínsecas y materiales apunta la reciprocidad
positiva y solidaria. La ética de la responsabilidad, como contrapunto
de la ética del éxito, aspira a relaciones sociales consecuentes. Una
ética de la responsabilidad implica una acción proactiva, de una ética del cuidado del otro.
La asimetría de la ayuda
Para eludir la inevitable asimetría, entre el que ayuda y el que
recibe la ayuda, la ética de la responsabilidad implica ir más allá. Los
objetivos se constituyen conjuntamente, no existen atalayas
privilegiadas para aquellos que se atribuyen la potestad de saber las
verdaderas necesidades. Inclinar la mirada hacia el “otro” implica que
el objetivo de la prosocialidad no sea un artificio para el éxito
–social, laboral o económico-, sino un hábito que se adquiere con la
consciencia que el bienestar es una actividad que se construye en comunidad.
La
prosocialiad se asienta en una ética de las consecuencias, en la medida
que una ética de las buenas intenciones puede saciar nuestro
desasosiego interno, pero no ser efectiva en la cotidianidad. Se trata
de no caer en el juego psicológico del “salvador”. El receptor tiene su
propia luz y una conducta prosocial implica atender al otro respetando su propia idiosincrasia.
La solución prosocial
La solución prosocial implica un equilibrio entre:
- Necesidad de justicia, orden, autoridad –pax romana-
- Armonía interior del grupo –paz griega-
Este
equilibrio dilucida el debate entre una ética del éxito (adaptación al
entorno) y una ética de la responsabilidad (atender a los principios y
convicciones del grupo). No es fácil el equilibrio entre las demandas de
la autoridad –orden- y los requerimientos emocionales, cognitivos y
éticos de cada uno. Como equilibristas tenemos que transitar en la
cuerda tensada entre las demandas externas y la autenticidad en relación
a nuestros propios valores.
Desde una perspectiva conductual se
pueden proponer las siguientes acciones prosociales: ayuda física, el
servicio físico, la ayuda verbal, el consuelo verbal, las acciones de
dar y compartir, la confirmación y valorización positiva del otro,
escucha profunda, empatía, solidaridad y presencia positiva y unidad.
Se
necesitan más habilidades que estrategias. Los hábitos –una segunda
naturaleza para Aristóteles- se adquieren en la práctica. Un aprendizaje
constante que nos permite
adecuar nuestros estilos comunicativos al contexto y a cada persona en particular.
El liderazgo prosocial y la optimización
Un líder prosocial tiene que potenciar todos sus roles: de formador,
líder, dirigente, compañero, subalterno, amigo, padre, madre, experto,
etc., de herramientas personales de autodiagnóstico y optimización para
aplicarlas en todos los contextos donde se relaciona interpersonalmente.
Un líder prosocial requiere flexibilidad -de adoptar diferentes roles- y
en la transferencia de las habilidades en los diferentes ámbitos.
La optimización se define como “potenciar la máxima posibilidad”.
Hacer acto las potencialidades, crear un terreno fértil para que las
semillas puedan florecer en todo su esplendor. La optimización trata de
mejorar lo que existe. Se propone el siguiente procedimiento: conocer el
entorno, construcción de una matriz de posibilidades, el diseño de un
plan de acción y la autoevaluación.
Las diferentes teorías del
liderazgo se han focalizado en diferentes aspectos: en las
características del líder, en la teoría carismática, en los estilos de
liderazgo y en la importancia de las situaciones dadas. La mayoría de
las teorías del liderazgo son axiológicamente neutras, es decir no se
plantean los valores éticos. La asepsia científica no puede argüir nada
en relación al lado perverso y oscuro del liderazgo.
El liderazgo
prosocial se compone de dos conceptos fundamentales. “Pro” que se
refiere a una “influencia positiva y efectiva, con metas constructivas
que sirven al bien común”. Las intenciones, la visión y los objetivos
del líder son positivos (“pro”), crean o añaden valor. El segundo
concepto es de “social”, en cuanto sus acciones atienden a las
necesidades de un grupo más amplio en vez de atender a los intereses
personales o de un grupo más limitado. Así, el liderazgo prosocial
cambia y traslada el foco de evaluación del líder a aquellos a quien
sirve.
Un buen líder debería ser por naturaleza prosocial
y sus objetivos tendrían que estar al servicio de una optimización
cívica. En todo líder hay dos facetas, que habitualmente suelen
solaparse: el líder como la persona que es capaz de conseguir los
objetivos (adecuar lo medios y aunar las voluntades individuales en la
consecución de un fin) y la capacidad teleológica, de proponer fines
dignos de la vida humana. La dignidad se alimenta de la categoría de
sentido (más que con la categoría de verdad –que implica adecuación de
la proposición lingüística con la cosa-). Mientras la consecución de los
resultados se refieren a una ética del éxito, el diseño de los fines o
objetivos se refiere a una ética de la responsabilidad.
Romper la
esclerosis que produce unos hábitos arraigados no es una tarea sencilla.
El liderazgo prosocial tendría que ser capaz de subvertir el orden
establecido para resquebrajar los círculos viciosos.
Un líder prosocial trabaja para identificar y articular objetivos comunes clave.
El
liderazgo hace que las personas se comprometan y se ocupa de
empoderarlas, por lo que se requiere conocer y entender sus objetivos
así? como sus talentos. Conocer que? pueden hacer las personas y que?
quieren es lo que ayuda a crear una visión efectiva y colectiva. A
partir de la visión, los objetivos específicos deben ser remarcados,
evidenciados y acompañados y a veces dirigidos por los lideres, y no
simplemente esperados.
Los lideres prosociales comunican los
elementos positivos de estos objetivos y crean la situación para
conseguirlos, asi? como analizan y comparten el coste que puedan tener.
El líder prosocial ha de reconocer y explicar el valor y el coste en la consecución de los objetivos, prestando también atención a aquellas personas que puedan sufrir durante este proceso.
El líder prosocial muestra un compromiso en el desempeño necesario para alcanzar los objetivos.
Por este motivo el liderazgo debe ir acompañado de una buena gestión.
La resiliencia, el modelado, el carisma y el coaching ayudan a la
persecución de los objetivos. Los lideres prosociales aceptan la
responsabilidad de sus acciones, así? como la de los resultados
conseguidos.
Los lideres prosociales son buenos gestores. Un
liderazgo visionario o carismático sin habilidades para implementar los
objetivos puede llegar a ser contraproducente. Un buen líder se
convierte en buen jefe siendo consciente y disciplinado.
Este artículo es meramente informativo, en Psicología-Online no
tenemos facultad para hacer un diagnóstico ni recomendar un tratamiento.
Te invitamos a acudir a un psicólogo para que trate tu caso en
particular.