“La ética protestante y el espíritu del capitalismo”
relaciona las ideas religiosas con el comportamiento económico, específicamente
el protestantismo con el ethos del
capitalismo.
Su tesis
principal, que presupone una correlación entre el protestantismo y el capitalismo, puede refutarse empíricamente en
cuanto ambos fenómenos no son sincrónicos. En primer lugar, existen algunos
casos históricos que pueden demostrar la independencia del capitalismo con
respecto del protestantismo.
·
En los Países Bajos, ya en el siglo
XIII existía una industria textil importante, pero el calvinismo se implantó en
el siglo XVIII.
·
El auge del capitalismo en Nueva
Inglaterra no se explica únicamente por la presencia de una población puritana,
sino además por la existencia de condiciones favorables.
Un grupo importante de historiadores de la economía
sustenta la relación entre el protestantismo y el capitalismo en tres aspectos
fundamentales.
·
Aspecto civilizador de la Reforma.
·
Estilo de vida simple.
·
El factor de penalización. Al ser
perseguidos, los creyentes calvinistas se centran en la vida económica.
En estos aspectos existe una relación aparente entre
el protestantismo y el capitalismo, pero Weber pretende demostrar que existe un
tipo de afinidad que permite que el protestantismo suministre una ethos
específico al capitalismo. José María González García sostiene que entre el
protestantismo y el capitalismo existen unas “afinidades electivas”.
“Weber rechaza una interpretación
economicista que pretenda explicar la Reforma protestante como una necesidad de
la evolución histórica debida a las transformaciones de orden económico. Pero
también reniega de la tesis doctrinaria que quiere entender el capitalismo como
mero producto de la Reforma. Y en este momento hace su aparición la idea que
Goethe había tomado prestada de la química de su tiempo.”
Existen “afinidades electivas” entre ciertas
modalidades de la fe religiosa y la ética profesional, y, a su vez, éstas
permean las relaciones más generales entre ideas y sociedad. Esta tesis
presupone que las ideas son afines a las necesidades de los individuos y los
grupos que las mantienen.
No se puede obviar que empíricamente existen casos
históricos que pueden demostrar la independencia del capitalismo y de la
Reforma: Italia y las villas de Flandes tenían un capitalismo anterior a la
Reforma y Escocia ha sido un país calvinista sin capitalismo. A pesar que los
argumentos históricos son irrefutables, una correcta interpretación requiere
reconocer que Weber no se refiere al capitalismo, sino al capitalismo moderno,
a un cambio de mentalidad, de espíritu, de ethos.
Para dilucidar el ethos del capitalismo moderna
interacciona un sistema dogmático particular con la actitud interesada que los
individuos tienen respecto de la religión. Así, el dogma de la predestinación
no permite que los individuos se ocupen de su destino eterno y, por lo tanto,
pretenden ser virtuosos en su vida terrenal. Para Weber existen afinidades
entre ciertos tipos de conducta religiosa y ciertas formas económicas en
relación inversa a las tensiones.
Por otra parte, Eisenstadt propone el concepto de “transformative capacities”. Considera
que la Reforma no engendra directamente el nuevo marco económico, pero
contribuye directamente a debilitar las estructuras tradicionales de la
sociedad europea. Pensamos que M. Walzer, en su obra de 1965, realiza una
interpretación original de la relación entre el puritanismo y la sociedad
moderna que representa gran parte de las nuevas tendencias de la historiografía
del puritanismo. Según Walzer, la ambición del puritanismo fue instaurar una
disciplina colectiva, algo así como un reagrupamiento voluntario: una comunidad
cuyos miembros se reconocen sobre la base de una elección y no por el simple
hecho de nacer, como en las sociedades tradicionales. El puritanismo, según
Walzer, es una respuesta al desorden del mundo, representando la transición al
mundo moderno. Así, Walzer se opone a la relación entre el puritanismo y el
capitalismo en cuanto la instauración de un orden y de la disciplina es
inconciliable con la acumulación incontrolada de riqueza.
Finalmente, sostenemos que es Parsons quien ha
ampliado coherentemente esta relación. Para Parsons todo actor está guiado y
motivado por las significaciones ¾meaning¾
que percibe en el mundo que le envuelve (entorno): la acción debe tener un
sentido y es significativa en cuanto implica la referencia a ciertos símbolos
(normas y valores). Una norma no puede ser institucionalizada si no es
reconocida por el grupo de agentes, es decir la norma tiene que ser
interiorizada por cada uno de ellos. Para Parsons cada miembro tiene que
entender la significación precisa de las normas y valores mediante sus
aspiraciones subjetivas. Las normas religiosas presentan un caso particular,
pues constituyen los últimos valores, que a los ojos de Parsons dan
ejemplaridad a la ética protestante.
Si bien algunos estudios de influencia marxista han
coincidido en la interpretación idealista de sus tesis, Weber se esfuerza por
rechazar tanto una explicación unilateral materialista como una idealista.
“Pues reconociendo que, en general,
el hombre moderno, aún con su mejor voluntad, no es capaz de representarse toda
la efectiva magnitud del influjo que las ideas religiosas han tenido sobre su
conducta de la vida, la civilización y el carácter nacional, nuestra intención
no es tampoco sustituir una concepción unilateralmente materialista de la
cultura y la de la historia por una concepción contraria al unilateral
causalismo. Materialismo y espiritualismo son interpretaciones igualmente
posibles, pero como trabajo preliminar; si, por el contrario, pretenden
constituir el término de la investigación, ambas son igualmente inadecuadas
para servir a la verdad histórica.”
Para Brentano la ética cristiana es irreconciliable
con el capitalismo porque la acumulación de riqueza porque es un obstáculo
absoluto para la salvación eterna. Piensa que existen dos tipos de
emancipación:
·
Emancipación cristiana de la
economía. Reposa sobre la idea protestante de independencia de conciencia,
dando por efecto la liberación de las fuerzas económicas.
·
Emancipación pagana. La rebelión de
la razón de estado contra la soberanía de la iglesia que comienza en la villas
italianas. Para Brentano el representante sería Maquiavelo. Así, el capitalismo
se fundamenta en una filosofía realista, en donde se tienen en cuenta las
motivaciones reales de los hombres, en particular la de adquisición.
La emancipación pagana asienta el dualismo que separa
los aspectos seculares de los religiosos de la vida. Es en la emancipación
pagana donde Weber sitúa su tesis que sustenta que con la irrupción de la
enseñanza calvinista de la predestinación se produce un cambio en las actitudes
económicas.
Weber se ocupa de las motivaciones religiosas que
devienen del dogma de la predestinación. No investiga las intenciones
originales de los movimientos religiosos, sino los efectos que producen en la
vida social y económica. Las críticas marxistas han supuesto una interpretación
causal entre el protestantismo y el espíritu del capitalismo y, por lo tanto,
hacen una “lectura” sesgada y poco atenta de sus tesis. Mientras a los ojos de
Weber, el capitalismo se fundamenta en intereses religiosos, para los de Marx
se sustenta en los intereses de clase y la religión no deja de ser una
superestructura ideológica de las relaciones sociales.
Weber acentúa los aspectos éticos del capitalismo que
W. Sombart señalaba. Para Sombart el capitalismo nace en las profundidades del
alma europea. El “espíritu” que define a las sociedades modernas genera un
nuevo estado, una nueva religión, una nueva ciencia, una nueva técnica y una
nueva vida económica. En el capitalismo hay triple aspiración.
·
Aspiración al infinito. Trasgresión
de los límites naturales.
·
Aspiración al poder.
·
Aspiración a la riqueza.
Para Weber Benjamin Franklin define el “ethos”
del capitalismo moderno.
“Saber que el tiempo es dinero.
Saber que el crédito es dinero. Saber todos que por naturaleza el dinero es
generoso y prolífico.”
En China, India y Babilonia ha existido capitalismo,
pero carece del ethos del capitalismo
moderno. El carácter esencial del capitalismo moderno se basa en la orientación
racional del trabajo formalmente libre. La moralidad puritana define el ethos específico del capitalismo
moderno. Analíticamente se presuponen tres sentidos.
·
Deber profesional.
·
Fuerza que se debe de oponer al
tradicionalismo.
·
En su origen no es una ética
pragmática, sino una ética de la convicción dadora de sentido a la metodización
de la vida conforme a fines.
El capitalismo moderno se orienta en la vertiente
económica, a diferencia del capitalismo que se vincula a la política en sus
fines o sus medios: el capitalismo financiero, colonial y fiscal son formas
irracionales porque su existencia depende siempre de factores políticos. El
capitalismo empresarial moderno se regula estrictamente por el mercado.
El sistema económico moderno descansa en un derecho
formal y una administración burocrática. La conducta del tipo-ideal del
capitalista es una acción fundada en valores, una conducta que se considera
“buena en sí misma” porque es querida por Dios (no es instrumental, ni de tipo
utilitarista), es decir que se basa en la creencia consciente del tipo-ideal
que Weber conceptualiza como “racional con respecto a valores”.
“La ganancia no es un medio para la
satisfacción de necesidades vitales materiales del hombre, sino más bien, éste
debe adquirir porque tal es el fin de su vida.”
El espíritu del capitalismo moderno se define por la
racionalización. Así, el tipo-ideal de empresario capitalista no tiene nada que
ver con el tipo vulgar o afinado de ricachón porque su conducta es austera. El
capitalismo moderno elabora un nuevo marco de acción económica ¾que
se define por la apropiación y expropiación¾ con unas
reglas que se sustentan originalmente en el ethos que proviene del
puritanismo.
Las clases las
define en relación a la economía.
·
Propietaria. Caracterizada por la
posesión de un monopolio.
·
Lucrativa. Cuyo rasgo es la
voluntad de empresa en los diferentes sectores del comercio, de la industria o
de la agricultura.
·
Social. Cuyo criterio se basa en el
lugar jerárquico ocupado en el seno de la sociedad (clase obrera, clases
medias, etc.)
En la tipología de las ciudades combina los aspectos
económicos con los aspectos políticos. Su teoría de la ciudad se centra en el
tercer estado; las revoluciones burguesas francesa y americana eliminan tanto a
los nobles (poder) como a los sacerdotes (autoridad). La ciudad es el lugar
privilegiado para entender el proceso de modernización (racionalización). Las
ciudades del norte de Europa (ciudades-corporación económica, desligadas de la
fortaleza militar) están más cerca de la modernización que las ciudades del
Mediterráneo (feudalismo más fuerte, aunque en camino hacia la modernización en
la medida que va desapareciendo el elemento mágico). El tercer estado
(ciudad-consumo y comercial) se fundamenta en relaciones económicas, mientras
que las ciudades principescas, patricias y plebeyas, se fundamentan en
relaciones políticas. Ahondando más en la importancia de lo social se centra en
el elemento sexual en el desarrollo de los distintos regímenes económicos y
entiende que la estructura familiar incide claramente en la economía. En
definitiva, tanto socialmente como políticamente y económicamente las
sociedades modernas se definen por la racionalización sistemática. En este
aspecto el capitalismo es ejemplar porque introduce el cálculo racional, que
presupone:
·
La apropiación de todos los medios
materiales y la propiedad libre de empresas de producción privadas y autónomas.
·
La libertad de mercado, que
sustituye la limitación irracional del tráfico.
·
Una técnica racional que origina
una previsión y una mecanización considerables, tanto en el aspecto de la
producción como en el de la circulación de bienes.
·
La racionalización del derecho.
·
La libertad del trabajo, en el
sentido que los individuos que venden sus capacidades no lo hacen solamente por
obligación jurídica, sino por razones económicas.
·
La comercialización de la economía,
que comprende la posibilidad, para quienes lo desean, de participar en la
empresa como accionistas.
La sociedades occidentales racionalizan la vida
secular y nos legan un mundo sórdido y desencantado.
Una vez implantado el capitalismo no requiere del
apoyo religioso.
“En
todo caso, el capitalismo victorioso no necesita ya de este apoyo
religioso, puesto que descansa en
fundamentos mecánicos.”
Así, una vez que el capitalismo pierde su sentido
ético-religioso pueden darse los siguientes escenarios.
·
Nuevos profetas. Renacimiento de
antiguas ideas e ideales.
·
Una ola de petrificación mecanizada
invade el mundo produce una convulsa lucha de todos contra todos. En este caso,
Weber define a los últimos hombres como “especialistas sin espíritu,
sensualistas desprovistos de corazón: estos ineptos imaginan que han alcanzado
un grado de civilización superior a todos los anteriores”.
En el capitalismo moderno se produce la transformación
de una racionalidad valorativa, fundada ético-religiosamente, en una
racionalidad formal-instrumental. Así, el desarrollo del capitalismo moderno es
resultado de las consecuencias desviadas y hasta opuestas del propósito general
de una doctrina. Aún más, el capitalismo, en la mayoría de sus aspectos,
responde a las necesidades de racionalización económica y, por consiguiente,
seguirá inspirando las nuevas estructuras sociales que los hombres puedan
darse.
En las sociedades actuales el capitalismo no se
sustenta en ninguna doctrina religiosa. Tocqueville y Weber ligan la actividad
económica con las condiciones culturales o espirituales de los individuos que
forman parte de la sociedad en el cual se desenvuelven dichas prácticas
económicas. No cabe duda que la economía actual continúa sustentándose en el ethos que Weber describe: el ethos empresarial de la acumulación y el
atractivo renovado del consumismo.
Castells ¾aceptando las propuestas de Weber¾ propone la
tesis de que por primera vez en la historia, la unidad básica de la
organización económica no es un sujeto, sea individual (como el empresario o la
familia empresarial) o colectivo (como la clase capitalista, la empresa o el
estado), sino que la unidad es la red, compuesta por diversos sujetos y
organizaciones, que se modifica constantemente a medida que se adapta a los
entornos que la respaldan y a las estructuras del mercado. Con inspiración
weberiana sostiene que el espíritu de esta nueva economía es el
informacionalismo. Éste no se puede considerar una nueva cultura ¾en
el sentido tradicional de un sistema de valores compartidos¾ en
cuanto la cantidad de individuos que hay en la red y su diversidad rechazan
cualquier atisbo de una sola “cultura en red unificada”. A pesar de ello,
Castells sostiene que existen valores que la red comparte, es decir, una
cultura de lo efímero, una cultura de la decisión estratégica y un mosaico de
experiencias e intereses, más que una carta de derechos y obligaciones.
La organización económica actual es virtual y
multifacética. Esta virtualidad es el proceso final de la preponderancia del
sector terciario en la economía y conduce, cada vez más, hacia actividades
económicas cuya principal función no consiste en producir ni transformar
bienes. Nos podríamos plantear la virtualidad como una etapa más del proceso de
racionalización formal-instrumental. Con esta hipótesis, el escenario social se
oscurece al constituirse una estructura social cada vez más polarizada, en la
cual el vértice y la base aumentan su cuota a expensas de la parte media;
resultando que la economía informacional es la maximización de la productividad
basada en el conocimiento. Los estudios analíticos concluyen que en la sociedad
actual aumenta el número de asalariados y que en nombre de la flexibilidad que
demanda el mercado ¾que
por sus fluctuaciones constantes es incierto¾ polariza
la estructura social. Por otro lado, una hipótesis más optimista es presuponer
que la incertidumbre y la flexibilidad destruyen a las grandes empresas y, por
lo tanto, actualmente resurge el empleo autónomo y mixto.
La agilidad que requiere un mercado en constante
transformación conduce a considerar que la incertidumbre es el rasgo que une a
los individuos en la economía informacional. La disminución de los trabajos
agrícolas e industriales con la creciente importancia de los servicios, así
como la salud y la educación, muestran un progresivo abandono de las
actividades que antaño dotaban de identidad al individuo para dar paso a un
nuevo tipo de profesiones que pueden tener un presente satisfactorio y un
futuro incierto. En la actualidad, este fenómeno va erosionando el carácter
ético del oficio secular que para Weber era consustancial al desarrollo del
capitalismo moderno y da origen a una nueva ética del trabajo, caracterizada
por la incertidumbre, en la que la flexibilidad se erige como valor último. Con
esta perspectiva, resulta difícil que los individuos se identifiquen con su
oficio y con ello se produce un sesgo al considerar que la razón de ser de toda
actividad económica son sus frutos dinerarios. En otras palabras, el estatus ¾posición
social¾ se
adquiere con la capacidad económica. A su vez, esta capacidad económica ya no
se mide por la posesión de bienes económicos sino por la posibilidad de
consumir. El consumo, por su misma constitución, es efímero e incapaz de
satisfacer la necesidad de valores trascendentales. Todos estos procesos ¾consumismo,
flexibilidad, incertidumbre, pérdida del sentido ético¾ serán más
patentes en la sociedad contemporánea conforme la economía se vaya haciendo más
virtual.
La virtualidad es la etapa final de la globalización
económica. Tanto Tocqueville como Weber piensan la economía en el marco del
estado-nación y es fundamentalmente después de la Segunda Guerra Mundial,
cuando se constituye un mundo bipolar, en donde encontramos los primeros pasos
de la globalización económica. Con el derrumbamiento del sistema comunista, la
globalización económica se afianza y va minando las fronteras económicas de los
estados-nación, haciéndoles obsoletos como entidades políticas y económicas.
Así, la globalización económica es un proceso inherente a la lógica
racional-instrumental del capitalismo. Tanto Tocqueville, cuya principal aspiración
es la existencia de una sociedad civil para preservar la libertad individual,
como Weber, quien considera que la política tiene que ver con los valores
personales, se afanarían por rescatar la posibilidad de una economía
subordinada a los deseos y necesidades de los individuos.
Weber cimienta su reflexión
política y económica en la consideración de que Alemania no estaba preparada
para desarrollar en su seno el capitalismo industrial, considerando que Estados
Unidos es la nación abanderada de la civilización occidental. Por su parte,
Tocqueville considera que Estados Unidos es el escenario en el cual se dan
todas las condiciones para comprender el funcionamiento de las transformaciones
sociales y económicas de las sociedades modernas. Una vez más es en Estados
Unidos, en la última década del siglo XX, donde surge la “nueva economía”. Esta
“nueva economía” se desarrolla a partir de determinadas industrias,
principalmente las tecnologías de la información, las finanzas y, muy
recientemente, la biotecnología. Finalmente, es en la “nueva economía” donde
podremos observar las consecuencias de una actividad económica virtual y
multifacética.