domingo, 26 de diciembre de 2010

LAS TRES DIMENSIONES DEL AMOR

Sternberg nos propone un triángulo, que con sus tres vértices (intimidad, pasión y compromiso) nos puede servir para comprender el sentido de nuestras relaciones amorosas. Ciertamente, el amor como sentimiento se escurre a la hora de darle razones. Las razones nos pueden parecer meras justificaciones o el reconocimiento de lo que nos impele amar de una determinada manera. La propuesta tiene el objetivo de explorar el peso que tienen las tres dimensiones en nuestras elecciones amorosas.

El peso específico de cada una de las dimensiones

La pregunta que subyace la podríamos plantear del siguiente modo: ¿qué buscamos cuando amamos y somos amados? No cabe duda que cada uno tiene sus propias respuestas, pero se trata de encajarlas en una alguna de las dimensiones propuestas. La hipótesis más razonable es asumir, de un modo u otro, que cada una de las dimensiones tiene un determinado peso en nuestras relaciones amorosas. Así, un amor fecundo sería el que fuera capaz de aunar la intimidad, la pasión y el compromiso. Indudablemente, el peso de cada dimensión depende tanto del momento en que nos encontramos (al inicio, en el transcurso o al final) como del tipo de relación.

La intimidad: sentimiento de cercanía, conexión y seguridad

Todos antes de nacer gozamos de una intimidad especial con nuestra madre. Parece que nuestro primer aprendizaje es que nuestra felicidad depende del bienestar de los que nos cuidan y alimentan. A medida que crecemos nos singularizamos y buscamos ser reconocidos como entes autónomos e independientes. Cuando somos adultos nos movemos entre el deseo de independencia y la necesidad de formar un nosotros, que nos guarnezca de los envistes de nuestro destino.
La intimidad es fundamentalmente comunicación y aceptación. Nos comunicamos con la pretensión de comprender al otro y, a su vez, que nos acepten tal como somos. Así, hay conexión cuando somos capaces de una amistad auténtica, que nos permite sentir que el sentido de nuestra vida viene dado por la existencia de nuestros amigos. La amistad es el fundamento de la ética, en cuanto nos permite sentir simpatía y darnos cuenta que nuestros semejantes son sujetos con su propia alma. Al verdadero amor le pedimos algo más que simpatía, le reclamamos pasión y compromiso.

La pasión: el impulso para el romance, atracción física y emocional

La pasión nos empuja a la fusión. Como enajenación transitoria nace de nuestras propias entrañas y sólo se calma cuando se culmina. La pasión es el loco enamoramiento, que nos hace tan felices como títeres. Felices porque nos despierta del letargo de la cotidianidad e inusitadamente nos hace sentir especiales y únicos. Títeres porque con su arrolladora fuerza nos saca de nuestras casillas, transfigurándonos en unos idealistas a merced de unos impulsos irresistibles.
Cuando aunamos la pasión con la intimidad experimentamos el amor romántico. La pasión, como un don divino, nos permite traspasar los límites, mientras la intimidad nos permite crear nuestro propio reino. La pasión nos ata, aflorando tanto lo más sublime como lo más deleznable de nuestra naturaleza.

El compromiso: la decisión de que se ama alguien, y la inversión que se hace para mantener ese amor.

Mientras la pasión emerge de nuestras entrañas, el compromiso es la firme voluntad de articular nuestro amor de algún modo. Es una decisión consciente, que la justificamos en nombre de una intimidad lograda o de una pasión consumada. Sí sólo se produce compromiso nuestro amor es infecundo, en cuanto sin intimidad y sin pasión nuestras relaciones se cimientan en un interés a corto plazo. La intimidad con el compromiso, amor de compañeros, nos proporciona unos réditos sustanciosos a largo plazo, mientras la pasión con el compromiso, amor fatuo, nos renta desorbitadamente a corto plazo.
Así, como alquimistas, sin un plan predeterminado, tenemos que ser capaces de encontrar la combinación justa entre la intimidad, la pasión y el compromiso para experimentar un verdadero amor consumado.

miércoles, 3 de noviembre de 2010

Técnicas de Análisis Transaccional

Tres libertades creadoras libertad para percibir la realidad en forma propia y sin prejuicios, libertad para reaccionar afectivamente ante la realidad sin someterse a posibles introyecciones y libertad para relacionarse con los demás a partir de una interacción genuina y franca. Creatividad para estructurar el propio tiempo, Punto de vista marciano (entendido como un estado de ánimo ingenuo, sin contaminar por los prejuicios)
El AT: concebir el ego como formado por tres subpersonalidades (padre, adulto y niño) y el guión de vida “un plan de vida basado en una decisión tomada en la infancia, reforzado por los padres, justificados por los acontecimientos subsiguientes, y con culmina en una alternativa elegida”.

A) Técnica de tres sillas (p 368)

Ir sentándose en cada una de las tres sillas de los estados del yo. ( es necesario fijarse en el lenguaje no verbal). Se trata de hacer evidente el diálogo interno para comprender al paciente y se comprenda a sí mismo. Finalidades: 1.- para practicar el AT – ámbito del diagnóstico 2.- para descontaminación (para que el cliente entienda en qué consiste su conflicto 3.- redecisión (dar voz a cada una de las subpersonalidades 4.- parentamiento (dar voz al estado silenciado.. nuevos mensajes) 5.- para el análisis de las relaciones

B) Análisis de la regresión

Profundización en el estado Yo niño. El terapeuta propone cinco años y elija una (antes de los ocho). Observación en directo de uno de los estados del Yo, para revivirlo y modificarlo.

C) Entrevista al padre

Profundización en el Yo Padre mediante la prolongación del diálogo gestáltico de las dos sillas. Permite introducir contenidos afectivos en los procesos cognitivos que se están analizando. Clarificación del estado niño del padre y abandono de los síntomas destinados a cuidar los sentimientos parentales.

D) Fantasías relacionadas con el parentamiento

Personas que han sido parentadas de una manera distorsionada (imaginación de un padre ideal). Aportación de nuevas opciones para el estado Padre y disminución de la potencia de sus aspectos insanos. Transformación del diálogo intrapsíquico.

E) Fantasías guiadas estructuradas

Distinguir entre las que tienen una meta exploratoria (desconfunsión del niño) y las que tienen una meta correctiva. Tratamiento de fobias. Exploración de los obstáculos que impiden la resolución del conflicto y cambio de las pautas de comportamiento habitual

F) Fantasía de la obra de teatro

Para desentramar el guión de vida. Detectar “profecías destinadas al autocumplimiento”. Nos puede ayudar mucho al psicodiágnostico (página 365) Captar momentos de vida que se tomaron decisiones de guión. Descubrir aspectos existenciales ocultos.

G) Evocaciones fantaseadas

Se trata de recrear una escena del pasado. Detectar mensajes que pueden haber afectado a la persona de forma no consciente, especialmente los primeros mensajes de guión (en épocas preverbales)

H) El trabajo con sueños

Redecisión. Toma de conciencia de lo que está pasando y utilización de la misma para suscitar el cambio terapéutico

I) El trabajo con cuentos

El descubrimiento de piezas esenciales del guión de vida y la confrontación de los engaños que el mismo esconde. Identificar los roles del juego psicológico (salvador, perseguidor o victima).

J) Dramatización de la escena clave del guión

Rastrear la infancia del paciente y detectar la escena traumática que dio lugar a una decisión tomada desde el estado Niño. Toma de conciencia de lo que está pasando y utilización de la misma para suscitar el cambio terapéutico

La capacidad de fantasía como la creatividad se sitúa en el “pequeño profesor”. La fantasía sirve fundamentalmente para la exploración del guión de vida.

4.- Elige una técnica con actividad imaginaria para profundizar en el psicodiagnóstico o estudio de la personalidad del sujeto.

Trastorno de personalidad “patrones permanentes e inflexibles de experiencia interna y de comportamiento. Histriónico (forma activa) y dependiente (forma pasiva) actitud de dependencia con respecto a los otros. Una personalidad sana de una anormal se distingue por la inflexibilidad adaptativa. Evitativo y esquizoide se definen por el aislamiento.


5-6 Inventa una técnica con actividad imaginaria que piensas que sería útil en esta terapia ¿Para qué piensas que podría servir?
La terapia no sólo se propone un cambio correctivo (suprimir el síntoma), sino también un cambio creativo.
Página 296 y siguientes. En dependencia del bloqueo y el trastorno.
a) Para imágenes de la memoria e imágenes de la imaginación (p 369 Fantasía del “encuentro y excursión con unos padres nutricios ideales” (fantasía guiada). “Obra de teatro sobre uno mismo” (inspirada en Berne) “Despidiéndose del pasado”
b) Ensueño dirigido (Desoille) (129) Burlar resistencias, evitar activación ego y nivel de expresión superior
PNL ¿Cómo nos representamos el mundo cuando hacemos una fantasía?. Reprogramar canales de programación y cambiar la programación para cambiar las emociones. Las líneas del tiempo
Perdonar a lo padres. Rosal, síntesis de opuestos, el proyecto, evocación de los miedos de la infancia, escultura de uno mismo, visita al sabio (todo el mundo tiene una sabiduría interior que puede explorar)
AT: fantasía de la obra de teatro, cuanto de la infancia. Gestalt: trabajo con sueños, dialogo con el síntoma. Integradora: análisis favorito de la infancia, fantasía del personaje añadido, fantasía despidiéndose del pasado, paseo psicodrámatico, la fiesta del malestar, esculpiendo emociones.
Psicosintesis: Diálogo interior. Utiliza varios sentidos, parecida a la visita con el sabio.
7.- Indica dos o tres rasgos de la conducta de este sujeto que los consideras manifestaciones opuestas a la creatividad ¿ Por qué?

Personas creadoras (207): a) apertura a la experiencia (receptividad en general, receptividad respecto a las vivencias interiores del inconsciente o preconsciente, tolerancia a la ambigüedad, preferencia por lo complejo, espontaneidad, deseos de conocer y comprender) b) independencia de juicio (Catell, alto en autosuficiencia, dominancia, esquizotimia y autoconcepto. Importancia de la confianza en sí misma (Guilford)) c) fortaleza del yo. Método del diálogo (Binet). Superación de las ideas fijas (Janet). Pinillos distingue entre pensamiento reproductivo y productivo. Estilo cognitivo: dependiente de campo e independiente de campo. Freud: hombre insatisfecho que se aparta de la realidad. La actitud creadora da lugar a un estilo peculiar en el modo de percibir, pensar, emocionarse, motivarse, decidir, de carácter muy personal, idiográfico, fiel a uno mismo. Mackinnon: novedad u originalidad, adaptabilidad, elegancia, trascendencia y realización.


8.- Indica un cambio concreto creativo que esperarías lograr en la terapia con este sujeto.
Cambio creativo para “solucionar problemas”: 1.- el organismo trata de alcanzar una meta 2.- no logra alcanzarla en el primer momento 3.- existen varios métodos posibles alternativos para conseguirla. El enfoque entiende que facilitar la experiencia emocional es un factor relevante para la efectividad terapéutica. Movilización emocional.

Memoria Imaginación
¡ ¡
Pasado------------------------------futuro
Atado-------------------------------Libre
Depresión--------------------------Ansiedad
Conservar--------------------------Explorar
Orden-------------------------------Caos
El guión es consciente o preconsciente, pero no inconsciente.

miércoles, 27 de octubre de 2010

Terapia gestalt

2.- Terapia gestalt. (315). Filosofía de lo obvio, es una terapia del “aquí y ahora”. Para Perls hay dos necesidades básicas en el individuo: sobrevivir (homeostasis) y autorrealizarse (creatividad). El proceso terapéutico necesita ser creativo. El terapeuta es el propio instrumento.
.- Uso de imágenes. El sujeto es el que decide el significado (generando preguntas). Así, el terapeuta utilizará las imágenes que desee y en la forma que desee, cuando le parezca más adecuado. Hay una radical oposición al planteamiento freudiano o jungiano. El poder tearapéutico de la fantasía estriba en “darse cuenta”

A) El trabajo con sueños

Los sueños eran proyecciones de los aspectos del soñador. Los sueños se sintetizan, no se analizan. Todos sueño tiene que ver con aspectos del soñante. Reconocer como propios los aspectos de su Yo proyectados en distintos elementos del sueño.

B) Dramatización del diálogo interno

Expresar los dos polos de los impulsos de su lucha interior. El perro de arriba (opresor) y el perro de abajo (oprimido). Superación de la división interna. El desenlace final se lleva a efecto no por una adaptación, sino por una integración.

C) Dramatización de asuntos pendientes

En personas no asequibles al contacto en la actualidad. Duelo. Cierre de situaciones anteriores que resten energía al contacto con el presente y eliminar proyecciones distorsionantes de la relación.

D) Dramatización del diálogo con el síntoma corporal

Conciencia de una mayor responsabilidad sobre el mismo. Reconocer la función positiva del síntoma y buscar alternativas de solución menos dañinas

E) Arteterapia

Posibilidad de autoconocimiento de aspectos no conscientes en un tiempo relativamente corto y observar las dificultades y autointerrupciones en la ejecución del proceso.

F) Identificación de un objeto

El terapeuta propone objetos.., para que el sujeto pueda escuchar la resonancia interna Muchas veces en grupo. Reapropiación de aspectos propios alienados

G) Fantasía guíada

Fantasía del hombre sabio o la fantasí de la cueva submarina. Estado de relajación, pero no tanto como la hinópsis. Afloramiento de material no consciente, cierre simbólico de situaciones imposibles y exploración de lo desconocidoi

H) Teatralización

Se dio cuenta de la importancia del cuerpo y de la acción. Aprendizaje de roles sociales, hacer evidentes niveles mentales ocultos y explorar contenidos presentes en la relación.

viernes, 22 de octubre de 2010

Oniroterapias. Modelos que trabajan principal o exclusivamente a partir de la espontaneidad imaginaria.

A) Ensueño dirigido de Robert Desoille (p 124)

Imágenes en forma de fantasía guiada----- facilitan alcanzar y modificar procesos de la dimensión inconsciente de la vida mental---- revivir sensaciones, sentimientos y situaciones antiguas--- equivalentes a las pruebas proyectivas
Tres fases: 1.- afrontar variedad de situaciones vitales 2.- otras alternativas de respuestas no experimentadas anteriormente 3.- aplicar las nuevas pautas de conducta en su realidad cotidiana. ---- ayudar al autoanálisis del cliente
Fases: 1.- estado de relajación “estado hipnoide”. 2.- suscitar el sueño a partir de una imagen inicial 3.- diálogo verbal para facilitar comprensión de lo que puede relevar el ensueño.
Las imágenes pueden burlar las resistencias, evitan la activación del ego—nivel de libertad de expresión difícilmente accesible a través de la vía convencional del lenguaje--- reestructuración de la personalidad
Poderes: 1.- liberar el lenguaje íntimo 2.- proyectar experiencias vividas y no vividas 3.- poder para facilitar el proceso de sublimación.

B) Imaginería afectiva guiada de Hans Leuner

Tanto en psicoterapia breve como en psicoterapia profunda.
Análisis de la motivación inconsciente, la interpretación del simbolismo, los mecanismos de defensa, el papel de la transferencia y la contratransferencia y el significado terapéutico de la liberación de los impulsos afectivos.
Carácter muy sistemático del procedimiento (su principal ventaja).
Fases: 1.- elemental-------pradera: percepciones placenteras, en estado depresivo un prado no fértil y obsesivo compulsivo pequeño rodeado de alambres afilados. Arroyo: neurótico con obstáculos. Montaña: altas o bajas
Imágenes fijas: acentuada esteritipa y rigidez. Cambiantes: susceptibilidad al cambio.

C) Psicoterapia eidética de Alter Ahsen

La imagen eidética puede ser de origen genético o adquirido, y viene a constituir la lente a través de la cual se proyectan los recuerdos, las sensaciones, los sentimientos, los significados que de esta forma se transforman, sintetizan y codifican.--- los acontecimientos emocionales relevantes suscitan una imagen eidética en la mente.
Tenemos múltiples personalidades y con las imágenes eidéticas podemos revivir o reexperenciar emocionalmente acontecimientos significativos de nuestra historia.
1.- Age proyection test (psicosomáticos, histriónicos o fóbicos) Captar el significado y origen sobre un síntoma somático o cusisomático
2.- Eidetic parent test. Forma de haber vivido la infancia en relación a los progenitores . Muy estructurado

D) Psicoterapia de la imaginación de Joseph E. Shorr

Definición: cómo yo te veo a ti, cómo yo veo que tú me ves, cómo yo veo que yo te veo.
Reexperimentar situaciones dolorosas, igual que los otros pero si las interpretaciones freudianas de los otros modelos. Imágenes espontáneas, imágenes dirigidas, imágenes de sí mismo, imágenes dobles, imágenes corporales, imágenes sexuales, imágenes de tarea, imágenes profundas.
Trastornos muy variados –fuera de los psicóticos- estado de ánimo, de ansiedad, psicosomático y sexuales, pero también en pacientes que por las características de la personalidad la terapia desemboca a un punto muerto (pacientes obsesivos).

E) Psicosíntensis de Roberto Assagioli

No reúne todas las características de la oniroterapias. Enfoque holista y tecnológicamente ecléctico. Distanciamiento enfoques prioritariamente analíticos, no se ocupa de la psicoterapia profunda (la dimensión inconsciente), sino por el especial interés por cultivar la psicología elevada centrada también en la parte alta del psiquismo, en la dimensión supraconsciente.
No sólo recurrió al uso de las visualizaciones mentales, sino también a las imágenes cinestésicas, táctiles, gustativas y olfativas.

.- Técnicas de visualización. Como entrenamiento para llevar a cabo técnicas de especial efectividad terapéutica como la técnica del modelo ideal, las prácticas de imaginación creativa y las visualizaciones simbóloicas. Personas con carácter extrovertido mejor con los ojos cerrados, los introvertidos con los ojos abiertos.
.- Técnicas de evocación auditiva. Presta atención a dos grupos: sonidos y rumores de la naturaleza, y los que produce el ser humano.
.- Técnica del modelo ideal. Poseemos diferentes imágenes de nosotros mismos y frecuentemente se da algún conflicto entre ellas. El sujeto elaboré adecuadamente una imagen del modelo ideal de sí mismo.
.- La técnica de utilización de símbolos. Símbolos (acumuladores, transformadores, conductores e integradores). Desaconsejable en pacientes que se caracterizan por una excesiva producción de símbolos (puede implicar una vía de evasión de la realidad) en psicóticos y acentuadamente introvertidos.

F) Terapia emotivo-reconstructiva de James K. Morrison

En las teorías contractivas de Kelly y Piaget. Sustituir el sistema de constructor perjudicial –muy coincidente con la técnica de redecisión del AT-
Para Piaget las imágenes son reconstrucciones mentales de los acontecimientos y no fotografías de la realidad. Las imágenes reproductivas aparecen en el periodo preoperacional (6 o 7 años) que son imágenes estáticas. Las imágenes anticipatorios, en le periodo operacional, capacitan al sujeto para representar cambios y contextos en los que ocurren los sucesos.
Para Kelly todo ser humano es equivalente a un científico, que a lo largo de su vida va elaborando hipótesis sobre sí mismo y va comprobando si son útiles para hacer pronósticos sobre otras personas.--- acomodación, reinterpretación y reconstrucción de sí mismo y el propio mundo.
Hay una fase emocional y otra reconstructora.
Duelo terapéutico (p 161) El trastorno de estado de ánimo depresivo puede estar relacionado con la muerte de un ser querido. Se puede incidir en el estilo de sus relaciones con otras personas. Visualización de la muerte, visualización del velatorio, visualización del funeral.

martes, 28 de septiembre de 2010

EL VALOR DE LA INCERTIDUMBRE

Casi todos hemos experimentado, en más de una ocasión, que la incertidumbre es el hábitat natural de nuestra existencia. Sentimos, de manera ineludible, la incertidumbre cuando un evento vital significativo quiebra el edificio que nos guarnecía de los azarosos temporales externos. En nombre de la seguridad somos capaces de renunciar a gran parte de nuestra libertad, en cuanto nuestro sacrificio nos proporciona una determinada identidad y, a su vez, nos permite luchar denodadamente en contra de nuestra finitud.
Las utopías más furibundas nos proponen el fin de la incertidumbre, de la inseguridad. Por otro lado, parece que nuestra historia se puede comprender analizando las batallas encarnizadas para entronar las nuevas utopías y desterrar las viejas. Así, Descartes se afanó por construir un nuevo edificio para subsanar las fugas de la obra que le había legado sus maestros. De la misma forma que Descartes, cuando buscamos edificar nuestra auténtica identidad (“el hombre que quiere vivir su propia vida”) las certidumbres del pasado nos entorpecen. Curiosamente, el conjunto de las certidumbres de nuestros abuelos nos generan una gran incertidumbre.
El primer valor de la incertidumbre estriba en la posibilidad de ejercer nuestra libertad. La libertad depende de nuestros talentos artísticos, en la medida que nos permiten ir más allá de lo dado. Ataviados con nuestras “promesas redentoras” nuestra mirada otea un horizonte, que cada vez se aleja más cuando intentamos acercarnos. Nuestra felicidad genuina, verdadera y completa siempre se tiene que encontrar a cierta distancia.
El segundo valor de la incertidumbre es que nos permite intentar lo imposible. La fortaleza de la certidumbre, que nos sostiene, implica un determinado “régimen de verdad”. Un “régimen de verdad” que para pervivir expulsa de sus fronteras a los portadores de nuevas “promesas redentoras”. Los fronterizos nos muestran la fragilidad de nuestras certidumbres porque han sido capaces de traspasar los límites del “régimen de verdad” vigente.
El tercer valor de la incertidumbre es que la mayoría de nuestras imágenes de la felicidad se afanan por sortearla. Nuestro hábitat natural es la incertidumbre, pero nuestra esperanza es escapar de ella.
La constataciones de las incertidumbres provienen del ens cogitans o del ens volens (un ser que reflexiona y desea), mientras que la mayoría de las certezas provienen del ens amans (un ser que ama). Ha sido Max Scheler, acogiendo a Pascal, quien ha afirmado que el corazón “tiene sus razones, las suyas”, de las cuales el entendimiento “no sabe ni puede saber nada”.

martes, 17 de agosto de 2010

EL PERDEDOR EN LA ECONOMÍA CAPITALISTA

“La ira es necesaria: de nada se triunfa sin ella, si no llena el alma, si no calienta el corazón: debe, pues servirnos no como jefe, sino como soldado”
Aristóteles en el tratado “Acerca del alma”

Homero, más tarde Heráclito y, mucho más tarde Hegel, creía que la guerra era la madre de todas las cosas. Cuando nos encolerizamos dejamos de ser prudentes, de comportarnos éticamente. La prudencia, como virtud ética, exige contener nuestra ira. Erradicar la ira puede resultar una quimera, en cuanto las necesidades psicológicas de autoestima y de afán de reconocimiento son sustanciales a nuestra naturaleza. Así, el arranque de ira se produce cuando se nos priva por parte de los otros del reconocimiento (ira extrovertida) y cuando me deniego a mí mismo de lo valioso a la luz de mis ideas (ira introvertida). Los estoicos trasladan la lucha del reconocimiento totalmente hacia dentro, la auto-aprobación interna debe bastarle al sabio. El polo de la autoestima que propone la escuela estoica presupone que el individuo no tiene ningún poder sobre el juicio de los otros y, por consiguiente, debemos aspirar a liberarnos de todo aquello que no sea nuestro propio reconocimiento.
Más allá de la autoestima parece que es una regla general el deseo de ver confirmada la conciencia del propio valer en los otros. Así, el polo del afán por el reconocimiento de los otros a menudo significa ni más ni menos que el intento de apoderarse de una ilusión. El problema reside en que la ilusión por el reconocimiento de los otros no es inocua, en cuanto afecta a nuestra forma de vivir y de relacionarnos los unos con los otros.
Cuando no se canaliza la ira surge el resentimiento. Fue Nietzsche, como apóstol de la animadversión, que insistió en la generalización de un resentimiento latente que proyectaba el deseo guardado de venganza. Los impulsos eróticos como la avidez, el deseo de poseer o el impulso de incorporación son sustituidos por la exigencia del reconocimiento y de la propia estimación.
La exigencia del reconocimiento y de la propia estimación no deja de ser una forma dulcificada del orgullo; ¿Podríamos sostener que estamos en una economía del orgullo? El orgullo sería una rémora para el capitalismo si entendemos que su lógica intrínseca es la necesidad constante de beneficios. Por otra parte, el triunfo apoteósico de la economía capitalista -que produce una sociedad satisfecha- exige otra dinámica para su constante progreso. Este nuevo régimen de funcionamiento apela más al depósito de la envidia que a la avidez personal.
La envidia se relaciona con el orgullo en cuanto ambas pasiones atienden tanto a la ira interna como a la externa. Al difuminar las barreras entre los señores y los siervos ha surgido la figura del perdedor. Un perdedor puede asentarse tanto en una baja autoestima como en la carencia de reconocimiento. Insuflado de ira, el perdedor se autodestruye o ataca de una manera furibunda a sus semejantes.
La ira de los marginados ha propiciado el surgimiento de una política de seguridad para defender las reglas de juego. En gran parte los líderes políticos y económicos actuales lo son en cuanto son capaces de contener o encauzar la ira de los perdedores. Los que se apoltronan en su cómodo sillón exigen la ira de los soldados, mientras los marginados mastican su propia ira suicidándose o aniquilando a los que consideran sus enemigos.
Nos podríamos preguntar; ¿es posible una economía capitalista sin perdedores? En nuestra naturaleza dúctil y maleable, que va forjándose a través de nuestras vivencias, se nos ha inculcado que no hay peor desdicha que ser un perdedor. La ilusión mágica del capitalismo es que los perdedores de hoy pueden ser los ganadores del mañana.

martes, 13 de julio de 2010

CONSUMOTERAPIA

Parece que nuestros tiempos se definen por la proliferación de innumerables terapias para atenuar o erradicar el sufrimiento que nos produce nuestra peculiar “forma de estar en el mundo”. Podemos dedicarnos a diseccionar nuestra “forma de estar en el mundo” para comprender cómo determina nuestra “forma de ser”. La mayoría de las ciencias humanas y sociales escudriñan los hechos para ofrecernos una determinada comprensión de nuestra idiosincrásica “forma de estar en el mundo”. Una asepsia científica honesta nos impediría ir más allá de la interpretación de los hechos, pero parece que nos empecinamos por comprenderlos.
Comprender implica atreverse a perfilar nuestra “forma de ser”. El auge de las terapias paliativas o redentoras se puede explicar desde la necesidad de atender a nuestra “forma de ser”. Así, la mayoría de las terapias trazan sus prácticas con el propósito de adentrarse en nuestra textura intima. Si fuéramos maliciosos podríamos pensar que al no ser capaces de cambiar nuestra “forma de estar en el mundo”, lo que hacemos es adecuar la “forma de ser” a la “altura de los tiempos”. Por otra parte, delinear las fronteras entre el “ser” y el “estar” no deja de ser un ejercicio intelectual, pues la mayoría de nosotros cuando atendemos a lo que sentimos se nos hace difícil distinguirlos.
Nuestros tiempos atribuyen una importancia significativa a comprar bienes y servicios, a obtener la satisfacción o felicidad a través de cosas que pueden comprarse. El hecho de que muchas veces se considere una buena terapia para recuperar el buen humor el ir de tiendas es revelador. No es una perogrullada comprender que el consumismo no existiría si no implicara auténticas satisfacciones, aunque parece ser que cuando se exagera transmuta nuestra “forma de ser”.
El problema del consumo es su pauta global. Se ha destacado que el 20% más rico de la población mundial es responsable del 86% del gasto privado total del consumo. Así, nos encontramos con una “brecha de desigualdad”, que define el paisaje de nuestros pueblos. Los grandes consumidores (el 20%) se resisten a cambiar su “forma de ser”, mientras que la mayoría de los desheredados aspiran a una determinada identidad a través de su consumo.
Schopenhauer afirmó “que la riqueza es como el agua del mar: cuanto más se bebe, más sed se tiene”. Aunque la base ética del capitalismo es la aceptación que los individuos posean riquezas y acumulen capital, parece ser que a la mayoría nos motiva más la anticipación cognitiva de un provecho futuro, que la posesión de un pasivo sustancioso. Aristóteles definió la riqueza como “todo lo que el dinero puede comprar”. Siguiendo al estagirita podemos entrever que el que no gasta está igual que el no tiene recursos para gastar: los dos son pobres. El triunfo apoteósico de la consumoterapia se asienta en que la verdadera medida de la riqueza no es lo que se tiene, sino lo que se gasta.
La base ética del capitalismo asume que los individuos posean capital y acumulen riquezas. Max Weber estudió los cimientos éticos del capitalismo atendiendo a que los ideales -no sólo las condiciones materiales- determinan nuestra conducta económica. El deber ético del capitalista era producir riqueza y, por consiguiente, rechazaban a los groseros hedonistas. Hoy en día son pocos los que consideran un “deber ético” la producción de riqueza, mientras son mayoría los que aspiran a un consumo privado y sin límites de sus bienes.
No cabe duda que podemos argüir que las condiciones materiales prefiguran nuestros ideales, pero asumir “que nos definimos más por lo que anhelamos, que por nuestras necesidades reales” no es una tesis descabellada. Así, la mayoría de las personas anhela un mayor bienestar, aun cuando el aumento de la riqueza no mejore su estado psíquico (Jason Zweig informó en 2007 de que ocho de cada diez personas que se habían hecho millonarias con la lotería, seguían comprando periódicamente boletos a pesar de su súbito enriquecimiento).
Los psicólogos denominan al dinero el “refuerzo secundario”, es decir se trata de un comodín que nos permite satisfacer nuestras necesidades primarias (sexo, alimentación, reconocimiento…). El dinero nos ofrece la promesa del consumo y como las religiones –con su promesa del paraíso- tienen el poder de santificar nuestros anhelos.

miércoles, 21 de abril de 2010

UNA TEORIA DE LA JUSTICIA COSNTRUIDA DESDE LA SENSATEZ

“Comprender entraña inevitablemente razonar. Tenemos que “leer” lo que sentimos y lo que parece que vemos, y preguntar qué indican esas percepciones y cómo podemos tenerlas en cuenta sin sentirnos abrumados por ellas.”
Amartya Sen. “La idea de justicia”

Una gran parte de las teorías de la justicia se han planteado la naturaleza de la justicia perfecta, mientras han obviado el mejoramiento y la superación de la injusticia en los contextos históricos y sociales. Amartya Sen nos propone un razonamiento práctico que nos permita reducir la injusticia y avanzar hacia la justicia, en lugar de orientarse tan sólo a la caracterización de sociedades perfectamente justas.
El argumento central del enfoque contractualista (Hobbes, Rousseau, Kant o Rawls) es la posibilidad de identificar unos esquemas sociales perfectamente justos. Por otra parte, el enfoque comparatista (Smith, Condorcet, Bentham, Marx o John Stuart Mill) se centra en comparar las diferentes maneras en que las personas podrían orientar sus vidas.
El enfoque comparatista propuesto por Sen no presupone el rechazo frontal del razonamiento y el escrutinio imparcial (eje central la justicia como equidad de Rawls). Un enfoque comparatista, sin la posibilidad de el escrutinio imparcial de las distintas posiciones enfrentadas, puede conducirnos a la “tolerancia indiferente” (“tú tienes razón en tu comunidad y yo tengo razón en la mía). La realidad tozuda (con sus desmanes constantes) abona el escepticismo acerca de la efectividad práctica de la discusión razonada. Podemos plantearnos la hipótesis que el alto grado de sinrazón que nos envuelve depende, en gran parte, de nuestra insólita capacidad para adornar con algún tipo de razonamiento nuestros prejuicios. Así, la sinrazón no consiste en abandonar por completo el uso de la razón, sino más bien en confiar en razonamientos muy primitivos y defectuosos.
El envite de Sen es la posibilidad de la existencia de un espacio para el encuentro razonado, a pesar que es consciente que muchas personas rehusarán participar en el desafío. Entiende que “razonar no es más que pasar de la observación de una tragedia al diagnóstico de una injusticia”. La objetividad de una teoría de la justicia puede descansar en la sensatez, de modo que ser más sensatos nos ayuda a pensar con mayor claridad sobre nuestras preocupaciones y responsabilidades sociales. No cabe duda que la pasión puede ser a veces más poderosa que la razón, de hecho parece ser que la primera percepción de lo justo y lo injusto no puede ser objeto de la razón, sino de los sentidos y los sentimientos. La “senda de la razón” no excluye la valoración de las reacciones instintivas, ni el papel de nuestras pasiones.
La “senda de la razón” ha sido explorada por Adam Smith con el espectador imparcial y por Rawls con la justicia como equidad. En este texto vamos a plantear la posibilidad de una teoría de la justicia en base a una ética de la responsabilidad. La libertad exige tanto la posibilidad de elección como la responsabilidad en relación a las decisiones adoptadas. Actuamos sensatamente cuando nuestra ética descansa tanto en el principio que asume “dejar que los otros sean” (el polo de la libertad) como el que “no puede eludir mi responsabilidad en relación a las injusticias que se comenten” (el polo de la responsabilidad).
La sensatez puede ayudarnos a entender no sólo el interés en sí mismo (a pensar mejor nuestros fines, objetivos y valores) sino también cómo las vidas de otros pueden ser fuertemente afectadas por las propias acciones. La hipótesis de la “senda de la razón” con la sensatez implica que el sueño de la imparcialidad puede resultar muy oneroso. La imparcialidad puede entenderse como un principio ético, pero quizá la propuesta de una ética cimentada en la libertad consustancial de todo ser humano y la responsabilidad nos proporcione la posibilidad de una teoría de la justicia que no obvia los ideales de la ilustración (la posibilidad que la razón nos haga mejores) y, a su vez, sea capaz de atajar los excesos de las ideologías (que en nombre de un proyecto liberador se olvidan del sacrificio de innumerables vidas humanas).

lunes, 5 de abril de 2010

LAS PROMESAS DE UN PARAÍSO

Ulises abandona Ítaca por una guerra que no quiere. Deja a su mujer Penélope y a su hijo Telémaco porque siente la obligación moral de restituir el orden del mundo que la guerra ha trastornado. Todo su periplo se alimenta de una lucha titánica contra el caos que se ha generado con la desmesura (hybris) de algunos hombres. Ulises encarna el hombre esclarecido porque sabe lo que quiere y adónde va.
Para Ulises su existencia tiene un “sentido” y, quizá para alguno de nosotros, podría ser un prototipo de un “hombre auténtico”. No vivimos tiempos épicos y parece que la mayoría de nuestros héroes vegetan en su propio vergel, ajenos al orden del mundo. Casi todos nuestros ídolos han adquirido la inusitada pericia de sortear las obligaciones morales.
Nos hemos despertado de un sueño dogmático, abnegándonos a una existencia que con unas cercas impenetrables han ignorado a los parias. Descreídos hemos olvidado el paraíso porque nuestro jardín es la totalidad del universo. A veces, observamos atónitos a los que son capaces de olvidarse de su edén para encontrar un paraíso sin excluidos. Desgraciadamente, muchos de los que son capaces de sacrificar su propia existencia individual lo hacen en nombre de un paraíso con fronteras inamovibles (de fieles y de infieles o de metecos y de ciudadanos). Los seres juiciosos (que se alimentan de la prudencia) nos ayudan a precavernos de todas las promesas de un paraíso. Los hombres prudentes nos recuerdan cómo la mayoría de las promesas de “un mundo feliz” o un “mundo perfecto” (ordenado, donde cada uno ocupa su supuesto lugar natural) nos hacen desdichados porque parece ser que la libertad es una sustancia imprescindible en los mortales.
En nuestra particular Ítaca hemos vivido placidamente, olvidándonos que una vida auténtica es el tránsito desde nuestra infantil ignorancia primigenia (muy saludable y gozosa) a nuestra conciencia adulta (dolorosa y sabia) del orden de los acontecimientos. Ulises se convierte en un ser armonioso porque ha pasado por una multitud de experiencias. Los griegos entendían su identidad en base a la memoria y la pertenencia a su comunidad. Así, el griego sabía que cuando perdía la vida se convertía en anónimo, perdía su individualidad y dejaba de ser persona. En occidente nuestra memoria flaquea porque en nombre del progreso hemos decidido tratar a todos los hombres como unidades (de producción o de consumo) y erradicar por improductivo cualquier sistema político-social que su razón de ser sea “cultivar” a sus ciudadanos.
Un arquetipo de la sabiduría de los antiguos es recuperar el lugar en el mundo y poner la casa (oikos) en orden. Nos podemos preguntar; ¿qué tipo de arquetipo legará nuestros tiempos?
Desconfiamos de las promesas de un paraíso en cuanto la ciencia (la hija más fructífera del proceso de racionalización en occidente) se encarga de construir un mundo desencantado. Fue Max Weber quien entendió que la progresiva racionalización de todas las esferas vitales produce un inevitable desencantamiento del mundo. Ya no hay paraísos, lugares para mecer como si fuera nuestro lugar en el mundo (nuestra verdadera morada, oikos).
Platón nos explica que Prometeo (en el diálogo “Protágoras”) además del fuego ha robado las artes y las técnicas a Atenea, de modo que el hombre corre el peligro algún día de creerse igual que los dioses. Los hombres, al igual que los dioses, se convierten también en verdaderos creadores. Así, los hombres somos en un peligro para el cosmos porque a veces nos embriagamos con la hybris (desmesura). Así, el mito nos enseña que la libertad y la creatividad son fundamentalmente antinaturales y anticósmicas.
Aunque los mitos aspiran al orden cósmico (donde los inmortales conviven con los mortales, y en cierto modo los dioses envidian a los hombres) nos han legado la paradoja de nuestro paraíso terrenal: “no hay vida sin muerte, ni orden sin desorden”. Tenemos algo que hacer porque somos libres, porque en nuestra alma anidan tantos dioses como demonios.
La promesa de un paraíso sin demonios puede ser resultar demoníaca. Quizá nos queda ir desgajando nuestra textura (aderezada de dioses y demonios) en nuestras sucesivas vivencias, para reconocernos como unos meros transeúntes que aspiramos a no ser engullidos por nosotros mismos.

miércoles, 24 de febrero de 2010

LA ELEGANCIA DE LOS ACTOS CREATIVOS

La creatividad puede abordarse desde cuatro aspectos: el producto creador, la personalidad creadora, el proceso creador y la situación creadora.
Definir una actividad como creadora comporta un juicio de valor. Un juicio de valor es una apreciación que se cimienta en determinados ideales. Así, parece que necesitamos un determinado “marco de referencia” para emitir juicios de valor y apreciar las actividades creativas. Por otra parte, una actividad creadora como tal se sitúa en los límites de nuestro “marco de referencia”. En cierta manera podemos plantearnos la hipótesis que la tensión entre lo familiar y lo extraño definen las actividades creativas.
Un producto creador nos produce tanta extrañeza como familiaridad. Solemos reconocer la relación inédita que nos desvela, a la vez que nos proporciona una novedosa respuesta a una cuestión aparentemente resuelta. Detrás de un producto creador encontraremos un determinado ideal, que con su voracidad ha ido dando forma a una peculiar elegancia. Más allá del perfil del producto creativo como novedoso, adaptable u original, planteo el criterio de la elegancia, entendida como en “su aparente simplicidad se oculta una gran complejidad y en su complejidad esconde una enorme simplicidad que envuelve muchos elementos en un todo sencillo”.
La propuesta es atender a la elegancia como un estilo, como una actitud más que una aptitud. Todos nos hallamos en un principio dotados de un potencial creador, pero parece que lo vamos soterrando con el paso de los años. En la conducta infantil puede apreciarse el poder creativo como algo universal, mientras que en los adultos es una cualidad excepcional. Nuestra primigenia elegancia se manifiesta en la actitud sempiterna de asombrarnos por lo que acaece (no en vano, filosofar es la actitud de plantear preguntas insistentemente). Con el pasar del tiempo, vamos limitando nuestra capacidad para abrirnos a nuevas experiencias (desgraciadamente creemos que sabemos demasiado), nuestra actitud independiente se doblega a las exigencias del guión adulto (nos muestran que el precio de la independencia es el aislamiento) y, finalmente, nuestro yo debilitado por los innumerables reveses se acomoda a la anodina fuerza de la supervivencia (nos enseñan que vida tiene vivir por nosotros). La elegancia como actitud es un fruto que emana de lo que los psicólogos han teorizado como lo tres rasgos de la personalidad creadora: apertura a la experiencia, independencia de juicio y fortaleza del yo.
Una creatividad circunscrita en el ámbito de la excepcional capacidad de producir creaciones originales no nos permitiría distinguir (como Maslow nos propone) entre la “creatividad debida a un talento especial” de la “creatividad de las personas que se autorrealizan”. Al centrarnos en la autorrealización podemos plantearnos la creatividad como una actitud que deviene de la “disposición a nacer cada día” (Fromm). Una actitud que enfrentándose a una realidad compleja y conflictiva busca liberarse de las dependencias ambientales uniformantes para alcanzar un régimen de vida en el que el Yo lleva las riendas del comportamiento por medio de la voluntad creadora. El grito nietzschiano por la voluntad creadora nos emplaza a liberarnos de la “ruta” que nos han asignado por nacer en un lugar y un momento determinado. Una liberación que puede resultar dolorosa, pero que nos permite “montar nuestro propio espectáculo”. Tomar conciencia implica aceptar nuestros condicionamientos y tener el valor de escribir nuestro propio “guión”.
Podemos ser conscientes de nuestro propio “guión” y sentirnos angustiados porque no tenemos fuerzas para ser sujetos de nuestro propio destino. Suele ocurrir que ante sucesos vitales primordiales nos planteemos el sentido de nuestra propia vida. Así, la crisis son unas épocas de mutación que reclaman insistentemente la elegancia de los actos creativos.
Al sentirnos objetos convergemos y nos vemos incapaces de producir un pensamiento divergente (Guilford). La elegancia nos impele a combinar el pensamiento convergente con el divergente. La elegancia de los actos creativos estribaría en la posibilidad de desestructurar o desconfigurar para volver a reestructurar o reconfigurar. Nos podemos preguntar ¿Dónde podemos encontrar la elegancia necesaria para estos tiempos de mutación?

sábado, 16 de enero de 2010

UNA MIRADA MACROSCÓPICA O MICROSCÓPICA DE LOS ACONTECIMIENTOS

Cuando nos proponemos la tarea del pensar nos enfrentamos a una primera decisión que determinará el curso y los efectos de nuestras disquisiciones. Podemos optar por abrazar el idealismo, que con las llaves de la universalidad nos permitiría trascender de los particularismos y asegurarnos la certeza de nuestros asertos. Podemos elegir encerrarnos en un relativismo, que desde la aceptación de la irreductible particularidad nos circunscribiríamos a las coordenadas espacio-temporales de lo pensado sin pretender extraer una validez universal.
El idealismo nos proporciona una mirada macroscópica del orden de los acontecimientos porque es capaz de olvidar los costes (los vencidos o derrotados) en nombre de una victoria final (el mundo perfecto o feliz) y arrastrándonos en su máxima radicalidad al totalitarismo. El relativismo a ultranza nos suministra una mirada microscópica porque ajeno a las utopías se acomoda a lo que acaece y, finalmente, conduciéndonos al nihilismo (argumenta que el mundo, y en especial la existencia humana, no posee de manera objetiva ningún significado, propósito, verdad comprensible o valor esencial superior).
El idealismo sin límites tiende al olvido. Todos los idealismos tienen su herencia oculta, en cuanto su primera decisión es conseguir unos ideales inquebrantables. Ocultan los matices y obcecados por transitar por el camino de la rectitud no aceptan a los descarriados. Por otra parte, los relativismos desaforados expanden la insensibilidad. Los relativismos abren la veda a la impunidad, en cuanto su primera decisión es la imposibilidad de trazar una ruta acorde a nuestra dignidad como seres humanos.
Hay una posición intermedia entre el idealismo y el relativismo que asumiendo el pluralismo radical es consciente que los seres humanos estamos obligados a decidir entre valores antagonistas contradictorios entre sí (por ejemplo libertad-seguridad), a sabiendas que cada elección de un valor supone renunciar trágicamente a los demás valores contrapuestos. Así, esta posición asentándose en una mirada microscópica acepta que el sentido de la existencia procede de una mirada macroscópica.
La mirada macroscópica implica una ética de la decisión responsable: somos nosotros los que tenemos que decidir los contenidos de la dignidad humana. Somos protagonistas de nuestra propia vida y no somos marionetas que danzan al compás de unas fuerzas que nos sobrepasan. La mirada microscópica implica una ética del cuidado: no podemos obviar que nuestras decisiones no son inocuas porque engendran vencedores y vencidos.
La democracia política implica un pensamiento trágico que reivindica el pluralismo valorativo. Un pensamiento trágico que nos impele a escoger entre unos valores que para nosotros pueden tener el mismo grado de nobleza (una ética racionalista argüiría “sí tenemos ideas adecuadas no hay tragedia que valga”). Así, deseamos tanta libertad como seguridad o tanta riqueza como igualdad.
Ataviados con una mirada macroscópica, que no atiende a la cotidianidad, podemos justificar el sacrificio de todos aquellos que se nos interpongan o nos impidan llevar a cabo nuestra utopía. Desde la placidez de una mirada microscópica podemos dejar de esforzarnos por alcanzar el sentido de nuestra existencia humana. Así, el esfuerzo que proviene de una mirada macroscópica debe contenerse cuando en su discurrir perpetra sacrificios.
El éxito de una democracia política exige tanto de una ética de la decisión responsable como de una ética del cuidado. La decisión responsable se asienta en la pasión por la autonomía, mientras una ética del cuidado reconoce que el bienestar de cada uno de nosotros nos es ajeno al bienestar de mis semejantes. La democracia más que un derecho es un privilegio que nos exige el esfuerzo constante de conjugar la mirada macroscópica con la microscópica. Quizá la sabiduría consiste en transitar entre el encantamiento de nuestros ideales y el desencantamiento que nos produce el sacrificio de millares de vidas.