sábado, 12 de octubre de 2013

Poesias octubre



Mente dura, corazón blando

Mente dura como una roca
corazón blando como una nube.
En tu páramo nevado
en tu asilvestrada selva
en tu rojizo atardecer
es cuando siento tu locura,
tu ambivalencia sincera,
tu ira descabellada,
tu cinismo descarnado,
tu misma humanidad
Mente impenetrable
un volcán sediento de silencio.

África

Lejos de la prudencia, cerca de la pasión
Reflejo del ineludible vaivén de la vida
Complacientes con el poder gratuito
estoicos con las inclemencias
Almas aletargadas en la penuria
mientras danzando habitáis la pena
Rebeldes con causa
desprecias la muerte con la vida.

Familia olvidada

Cercanos por accidente
lejanos por los silencios
Encorsetados por la sangre
liberados por los vacíos
Infancia compartida
adultez alejada
Crecimiento acompasado
vida vivida distante.

martes, 8 de octubre de 2013

Los límites y los artificios.


La civilización se puede definir cómo un mundo humano que los seres humanos han construido para poner límites a los procesos naturales. De la definición devienen dos ideas fundamentales: los límites y los procesos naturales. Como seres civilizados podemos intervenir en los procesos naturales y, en cierta medida, podemos limitarlos a nuestro antojo. Por otra parte, nuestros artificios –que sirven para domesticar los procesos naturales- tienen sus límites
La naturaleza es un movimiento perpetuo de nacimiento y muerte, mientras el hombre necesita cierta estabilidad y solidez para soslayar su naturaleza inestable y mortal: necesitamos interrumpir o limitar los procesos naturales para ser civilizados. Para construir unas vigas de madera, el proceso vital de un árbol tiene que ser interrumpido. Para evitar que la madera se pudra tenemos que tratarla y resguardarla de la lluvia. Interrumpimos el proceso natural de crecimiento y podredumbre de la madera para constituirla en un artificio. La hipótesis planteada puede extenderse en el ámbito de la salud: nos operamos o tomamos medicamentos para interferir en el inevitable proceso de envejecimiento y muerte.
La civilización no tiene nada de natural, inevitable ni irreversible. Como construcción emerge para limitar los procesos naturales, pero como estructura de poder tiende a naturalizarse. Este proceso de naturalización de los productos de la civilización implica que los artificios vigentes sean difíciles de cambiar o destruir. Los revolucionarios de los conservadores difieren en cuanto los primeros piensan que hay que derruir las viejas estructuras para edificar un nuevo artificio, mientras los segundos entienden que, como sucede en las casas antiguas, cuesta mucho más destruirlas que restaurarlas.
La posibilidad de fingir y engañar nos ha permitido construir la cultura. En griego civilización es domesticación, adiestramiento y doma. Sin límites en la domesticación volvemos a la barbarie primigenia. Las ficciones de las civilización sin límites destruyen tanto a la naturaleza como a la misma civilización. Nietzsche, con su lucidez taciturna, entendió que todo lo que pensamos con el tiempo, más tarde que pronto, nos daremos cuenta que es mentira. En el mejor de los casos danzamos alegremente sobre la losa de nuestras ficciones, aunque a menudo nos esclavizamos con nuestras propias ilusiones. Ejemplarmente, el totalitarismo y el crecimiento económico -que destruye toda estabilidad e introduce a la mayoría de la humanidad en un proceso de perpetuo cambio- nos muestran el reverso funesto de una civilización sin límites.  En opinión de Hannah Arendt el totalitarismo se caracterizaba por la creencia que “todo es posible”, no solamente un desprecio a los límites morales, sino la convicción de que no existen límites de ninguna clase a las cosas que podemos hacer, siempre y cuando entendamos los procesos dinámicos de la naturaleza y la historia y vayamos en su mismo sentido.
La acción implica poner en marcha procesos cuyos mismos actores no pueden controlar. Así, pensar la relación entre las posibilidades y los límites nos permitiría dilucidar una parcela de la condición humana. En cierto modo, la consideración de los límites implica que solamente la ley humana y las convenciones, no la naturaleza ni la “naturaleza humana” pueden establecer y preservar las actitudes civilizadas. El mundo humano es lo que salvará a los hombres de los peligros de la naturaleza humana.