Escrito en la revista psicologia online
La amargura emerge cuando nuestro tono vital se tiñe de pesimismo, de un constante mal humor y de falta de alegría. Así, asumiendo la injusticia como inherente a la existencia humana el amargado se guarece en una moral rígida e insuflándose de un deseo imperioso de venganza se va haciendo tóxico para sí mismo y para los que conviven con él. En este artículo de Psicología Online vamos a descubrirte qué es el Trastorno postraumático por amargura para que conozcas mejor la naturaleza de este sentimiento.
La amargura emerge cuando nuestro tono vital se tiñe de pesimismo, de un constante mal humor y de falta de alegría. Así, asumiendo la injusticia como inherente a la existencia humana el amargado se guarece en una moral rígida e insuflándose de un deseo imperioso de venganza se va haciendo tóxico para sí mismo y para los que conviven con él. En este artículo de Psicología Online vamos a descubrirte qué es el Trastorno postraumático por amargura para que conozcas mejor la naturaleza de este sentimiento.
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Índice
Qué es el trastorno por amargura
La amargura es un sentimiento mixto entre ira y frustración
que surge cuando alguien experimenta una situación o acción injusta.
Los afectados por el trastorno por amargura reaccionan al principio con
una actitud de protesta o de agresión, sin embargo, se resignan con el
paso del tiempo y acaban retrayéndose.
Al sentirse tratados injustamente, se encaracolan y se atavían con una tristeza recurrente. En cierta manera, la lección más esclarecedora que nos puede ofrecer los amargados es que lo contrario de la locura es la alegría, no la cordura.
Al sentirse tratados injustamente, se encaracolan y se atavían con una tristeza recurrente. En cierta manera, la lección más esclarecedora que nos puede ofrecer los amargados es que lo contrario de la locura es la alegría, no la cordura.
La importancia de las experiencias vividas
Cada uno de nosotros tiene que afrontar, con sus recursos cognitivos y emocionales, su propia experiencia. Es obvio que existen determinadas experiencias que nos trastocan, que pueden hundirnos en la desesperación o la indefensión.
Por otra parte, la experiencia nos muestra insistentemente que ante un mismo acontecimiento algunas personas sufren una amargura persistente mientras que otras, antes o después, superan la vivencia o incluso la consideran una fuente de crecimiento. Lo que parece evidente es que la amargura o la alegría depende de la experiencia y los valores personales más que del suceso en sí.
Nuestra libertad primigenia se asienta en nuestra manera de “mirar” el mundo: si aceptamos con serenidad lo inevitable y no cejamos en el empeño de esforzarnos constantemente por hacer un mundo mejor seremos capaces de comprender y sentir que el mundo no se ha confabulado para amargarnos la vida. En cuanto seamos capaces de despojarnos del papel de víctimas y asumamos que nuestras acciones pueden atenuar la injusticia del mundo –por mínima que sea- brotará la alegría.
Por otra parte, la experiencia nos muestra insistentemente que ante un mismo acontecimiento algunas personas sufren una amargura persistente mientras que otras, antes o después, superan la vivencia o incluso la consideran una fuente de crecimiento. Lo que parece evidente es que la amargura o la alegría depende de la experiencia y los valores personales más que del suceso en sí.
Nuestra libertad primigenia se asienta en nuestra manera de “mirar” el mundo: si aceptamos con serenidad lo inevitable y no cejamos en el empeño de esforzarnos constantemente por hacer un mundo mejor seremos capaces de comprender y sentir que el mundo no se ha confabulado para amargarnos la vida. En cuanto seamos capaces de despojarnos del papel de víctimas y asumamos que nuestras acciones pueden atenuar la injusticia del mundo –por mínima que sea- brotará la alegría.
La vulnerabilidad y la resiliencia
La vulnerabilidad (sensibilidad frente a la carga) y la resiliencia
(capacidad psíquica de sobreponerse a situaciones adversas) son dos características que influyen
en la evaluación y afrontamiento de un factor estresante (experiencias
que trastocan, un divorcio, una muerte familiar, un despido laboral…).
Todos tenemos un nivel de vulnerabilidad que define nuestra capacidad de sostenernos en cierto equilibrio psicológico: en cuanto se van acumulando las cargas (un trabajo exigente, un amor roto, una muerte, un accidente…) se requieren más recursos.
Existe lo que podríamos denominar un “nivel de ebullición” -una experiencia muy traumática, una acumulación de pequeños traumas o una situación de indefensión temporal- que nos desequilibra. La capacidad de volver a nuestro equilibrio (nivel basal) es la resiliencia. Es la capacidad de volver a vivir con alegría –habiendo aprendido y metabolizado las experiencias traumáticas vividas- sin resentimiento ni amargura.
Todos tenemos un nivel de vulnerabilidad que define nuestra capacidad de sostenernos en cierto equilibrio psicológico: en cuanto se van acumulando las cargas (un trabajo exigente, un amor roto, una muerte, un accidente…) se requieren más recursos.
Existe lo que podríamos denominar un “nivel de ebullición” -una experiencia muy traumática, una acumulación de pequeños traumas o una situación de indefensión temporal- que nos desequilibra. La capacidad de volver a nuestro equilibrio (nivel basal) es la resiliencia. Es la capacidad de volver a vivir con alegría –habiendo aprendido y metabolizado las experiencias traumáticas vividas- sin resentimiento ni amargura.
Criterios diagnósticos del trastorno postraumático por amargura
El concepto de trastorno postraumático por amargura depende del trastorno por estrés postraumático (TEPT).
La disimilitud principal es que el TEPT, según la OMS, es consecuencia
de “un suceso extraordinariamente amenazador o de dimensiones
catastróficas que llevaría a una profunda desesperación a casi todas las
personas”(una guerra, la tortura, la violencia o una catástrofe
natural), mientras la amargura, en cambio, puede ocurrir por sucesos
relativamente triviales.
Así, la etiología de el trastorno postraumático por amargura hay que buscarla en el ámbito laboral o en el ámbito familiar. Otra disimilitud de los trastornos es la sintomatología. El trastorno postraumático por amargura tiene una entidad propia en cuanto tiene una sintomatología específica: comparte síntomas con el TEPT y la depresión (recuerdos gravosos, anhedonia, pérdida de energía, síntomas somáticos…) pero el agravio, la ira y la frustración predominan en ellos.
Así, la etiología de el trastorno postraumático por amargura hay que buscarla en el ámbito laboral o en el ámbito familiar. Otra disimilitud de los trastornos es la sintomatología. El trastorno postraumático por amargura tiene una entidad propia en cuanto tiene una sintomatología específica: comparte síntomas con el TEPT y la depresión (recuerdos gravosos, anhedonia, pérdida de energía, síntomas somáticos…) pero el agravio, la ira y la frustración predominan en ellos.
Este artículo es meramente informativo, en Psicología-Online no
tenemos facultad para hacer un diagnóstico ni recomendar un tratamiento.
Te invitamos a acudir a un psicólogo para que trate tu caso en
particular.
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