viernes, 13 de septiembre de 2013

La centralidad de la idea de progreso en las clases medias


Para dilucidar en el momento histórico en que se encuentran las clases medias podemos recurrir a dos tradiciones. Una historia a los ojos de los políticos -singular y azarosa-, donde todo es atribuible a causas particulares y una historia desde la perspectiva de los literatos -pautada y determinista-, donde las causas generales determinan el curso de los acontecimientos. Pueden existir causas generales históricas que determinan inexorablemente nuestro estado social, pero también podemos aceptar la hipótesis que las acciones singulares hacen fecundas o estériles las causas generales. Señalar una única causa general no deja de ser una ambición luminosa y peligrosa. Luminosa porque podemos organizar el caos baja un único paraguas, pero peligrosa en cuanto nos conduce a la gramática de la obediencia. Así, sostener que poseemos libre arbitrio para ejercer una elección moral en una realidad caracterizada por causas generales puede ser un modo fructífero para comprender el presente y el futuro de la clase media en las sociedades occidentales. La tozuda realidad se empecina por mostrarnos que el límite de la elección moral es la perpetuación de un sistema económico capitalista.
La clase media es una categoría que implica la existencia de la clase alta y de la clase baja. Los límites de las categorías son convenciones que nos sirven para establecer un determinado orden. Desde una perspectiva económica podemos categorizar las clases medias en relación al valor del capital y del trabajo. Las clases altas se sostienen gracias a su capital, mientras las clases trabajadoras dependen fundamentalmente de su trabajo. Para Pierre Bourdieu, el capital se puede entender como cualquier tipo de recurso capaz de producir efectos sociales, en cuyo caso es sinónimo de poder, o como un tipo específico de recurso, con lo cual sería un tipo de poder. A simple vista el capital económico es el que nos permitiría distinguir con más claridad entre las clases que ejercen el poder sobre los recursos o personas y las clases que únicamente disponen de su trabajo. En las sociedades capitalistas la progresiva preeminencia del capital económico ha ido subyugando en su esfera al capital social, cultural y simbólico. En cierta modo, el declive de las clases medias se puede constatar con la pérdida insidiosa de su capital social, cultural y simbólico.  
Las clases medias se definen por posesión de pequeñas propiedades, de un capital y de un trabajo que les proporciona suficientes recursos para constituir un guión de vida autónomo. La peculiaridad de la clase media es que su identidad depende de sus habilidades en el mercado. El mercado es un invento reciente. En cierta medida la democracia liberal tiene su origen en la unión de la libertad y el comercio.
Las clases medias se definen por su pasión por el bienestar económico porque se equidistan de las clases bajas y de las altas. Son conscientes del constante movimiento social, del permanente peligro de ser engullidas o aniquiladas. Aunque emulan a las clases altas se sienten como un gigante con los pies de barro. La crisis económica ha polarizado los extremos, reduciendo el espacio y los miembros de la clase media. Llueve sobre mojado porque cada vez es más difícil ascender y más fácil descender. La movilidad social no implica una promesa de mejora y cuando el futuro escasea brota la desesperación.
El valor que nutre a la clase media es el progreso. La ética de la clase media se cimienta en la demora de la gratificación inmediata para tener un futuro mejor. Históricamente la clase media ha sido laboriosa, previsora, respetuosa con las reglas de juego y alérgica a las revoluciones. Por otra parte, unas clases medias dóciles ha permitido el enriquecimiento desmedido de un oligarquía financiera y la perpetuación de una clase política corrupta.
En tiempos de crisis, el futuro deja de ser una consecuencia de los actos del presente. Podemos resignarnos con la progresiva pauperización o luchar por cambiar las reglas de juego. En la medida que las clases medias se abstienen de los asuntos públicos dejan espacio para que la oligarquías financieras transnacionales impongan las reglas de juego que les benefician. En el escenario actual ha emergido una nueva clase financiera hegemónica que ha maniatado a la clase trabajadora e insidiosamente va minando la idea de progreso que ha alimentado durante años a la clase media. La clase media como categoría no dejará de existir, pero inevitablemente su naturaleza se transmutará. El valor del esfuerzo y de la ejemplaridad ética no será una garantía para progresar.        

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