miércoles, 9 de diciembre de 2009

LA DOTACIÓN Y EL COMPROMISO COMO IMPULSORES DEL CAPITALISMO

El psicólogo y premio Nobel de economía Daniel Kahneman afirma que “la combinación entre el optimismo y una alta autoestima es uno de los impulsores de vida más importantes del capitalismo”. El orgullo por lo que poseemos se ha teorizado como el efecto “endownent”, es decir, de dotación. “Dicho efecto nos conduce a considerar más valioso un bien A que se encuentra bajo nuestra posesión, que un bien B idéntico o parecido, que no sea nuestro”. Así, que cuando poseemos algo duplicamos su valor porque nos sentimos “propietarios”. Todos hemos observado como una mayoría nada despreciable no tiene reparos en consumir desmesuradamente los bienes públicos, mientras sus bienes privados los custodia celosamente. Del mismo modo que evitamos el dolor físico, intentamos no perder nuestras posesiones.
La traslación de esta conducta en el ámbito político nos permite plantearnos que los gestores públicos en las negociaciones, al carecer del efecto de dotación, negocien con menos fuerza y menos éxito. Ciertamente podemos apostillar que el orgullo es un sentimiento que surge de comparar nuestros logros o posesiones con los de nuestros vecinos y, por consiguiente, el reconocimiento de los que consideramos significativos puede impulsarnos a ser los mejores negociadores. En este sentido, la nobleza de un gestor público puede explicarse con su necesidad por consagrarse en un proyecto trascendente. Trascender implica ir más allá de lo dado, presuponer que nuestra conciencia no se agota en nuestra vivencia.
Otro impulsor se produce cuando nos aferramos a ideas y estrategias, pese a no ser racionales. Los científicos han denominado a este efecto como “commitment” (compromiso). Nos embelesan las personas que son fieles a sus objetivos y desafían cualquier obstáculo, pero cuando el compromiso se intensifica inevitablemente se producen desajustes. Un ejemplo de del compromiso intensificado es el empresario que invierte más y más recursos en una decisión que no ha generado ningún beneficio.
La traslación de esta conducta en el ámbito político se hace patente cuando determinados políticos se aferran a su proyecto y no se atienen a corregir sus decisiones, a pesar de las consecuencias negativas. Curiosamente, del mismo modo que nos indignan los “chaqueteros”, nos asustan los “inflexibles”.
Mientras el compromiso es un impulsor que se relaciona con el optimismo, la dotación se relaciona con la alta autoestima. Siguiendo a Kahneman podemos plantearnos que analizando los vectores del optimismo/pesimismo y de la baja/alta autoestima podríamos predecir nuestro éxito/fracaso económico en el capitalismo.
La traslación de estos dos vectores en la política nos permite comprender el liderazgo de determinados dirigentes políticos. El líder político en nombre de un ideal (optimismo) piensa que su misión consiste en subsanar nuestras desdichas (alta autoestima).
Por otra parte, un estudio ha mostrado que a las personas frías y racionales les cuesta más revisar las decisiones económicas. El argumento que subyace es que las personas racionales realizan una selección de argumentos a favor o en contra de una decisión que, una vez tomada, consideran que ha sido muy reflexionada y, por tanto, ante las dificultades, no la ponen en duda.
Lo que no sabemos es el punto exacto a partir del cual empieza a ser irracional seguir un objetivo a pesar de las dificultades. La mayoría de nuestras decisiones políticas dependen de nuestras “tripas”, es decir, de lo que consideramos deseable o intolerable para la dignidad de la existencia humana.
Un análisis exhaustivo de nuestras decisiones económicas y políticas nos mostrará que en la mayoría de las ocasiones nos basamos en nuestros sentimientos (idiosincrasia psicológica) y, por lo tanto, analizar las motivaciones psicológicas nos permitirá comprender los impulsores de los sistemas económicos y políticos. En este artículo se dilucidan la dotación y el compromiso (optimismo/autoestima), desde la conciencia que cada uno de nosotros podría proponernos otros impulsores.