viernes, 4 de marzo de 2011

Las etapas de la pareja

Podemos plantearnos seis etapas en las relaciones de pareja, determinadas tanto por la estabilidad o la inestabilidad de las emociones, como por la intensidad o la debilidad del vínculo. Como un mapa, con diferentes puntos de avituallamiento, nos permite situarnos en una determinada etapa, además de obtener una perspectiva para trazar nuestra propia hoja de ruta. Seguramente, en algún momento de nuestra existencia, hemos tenido alguna experiencia nítida, desgarradora o mágica, que nos ha hecho perder la perspectiva. La capacidad de moverse de una fase a otra es lo que caracteriza una relación positiva.

el ciclo de satisfacción de necesidades

La Gestalt entiende que el ciclo gestáltico de satisfacción de necesidades pasa por distintas fases. Así, la primera fase es la de sensación, la segunda la de conciencia, la tercera la de energetización, la cuarta la de acción, la quinta la de toma de contacto, la sexta la de satisfacción y la séptima la de retirada. De un modo u otro hay un principio y un final, desde la de sensación a la de retirada. El sufrimiento emocional surge cuando bloqueamos o interrumpimos una determinada fase.
La necesidad de amar y ser amados es una de las necesidades más universales, que forma parte, manifestándose de distintas maneras, de todos las culturas. De una forma u otra, reconocer que en un determinado momento se producirá la pérdida inevitable es la consecuencia más evidente de nuestra finitud.

el enamoramiento y la fase simbiótica

La pasión desaforada ante una persona que la consideramos única es el enamoramiento. El eros nos hace autistas porque nos proporciona una euforia inexplicable y todopoderosa, que nos hace sentir que lo realmente auténtico en nuestra vida es poseer al sujeto amado.
La fase simbiótica, o amniótica, surge cuando ambos sienten que no pueden vivir el uno sin el otro. Indiferenciados no son capaces de comprenderse, ni de vivir sin la mirada y la presencia del amado.

la diferenciación y la fase de prácticas

Después de la simbiosis se produce la diferenciación. Es una fase de extrañamiento, en cuanto uno o los dos vuelven a reencontrarse con su identidad primigenia, y empieza a darse cuenta que necesita su propio espacio. Empieza a trabajarse “qué ocurre cuando yo me defino y el otro se define”.
La fase de prácticas es una época de reflexión y acción. Se sentirá con alegría la diferenciación y la independencia, afanándose por construir otro tipo de relación. Se requiere que ambos miembros experimenten al mismo tiempo la diferenciación, por le contrario una de las personas empieza a desarrollar su propia independencia, mientras la otra continúa enganchada en la fase simbiótica.

el acercamiento y la interdependencia mutua


En la fase de acercamiento se produce la reformulación de una nueva perspectiva. Es la época de philia, que se define por la alegría por compartir. Hay un retorno a la relación como fuente de cuidados del uno al otro. La intimidad tiene una base muy sólida; hay una serie de cosas que se han trabajado, y la relación entre los miembros de la pareja no está basada en simbiosis o proyecciones
Finalmente, con la interdependencia mutua los problemas se trabajan en relación a la situación presente y lo que pasa en la vida de cada uno.

paralelismo con el desarrollo infantil

El desarrollo de la relación tiene lugar paralelo al desarrollo infantil. Margaret Mahler propone tres etapas: etapa autista (0-2 meses) el trabajo principal es la homeostasis fuera del mundo de la madre, etapa simbiótica (3-6 meses) la experiencia de la madre se vive como parte de sí mismo, como si no estuvieran separados y etapa de separación/individuación (6-36 meses) en la que se produce un separación de la madre y un desarrollo de las capacidades del niño. En las parejas tiene lugar un desarrollo similar. Puede ocurrir que uno de los miembros de la pareja tuviera problemas para pasar de una fase a otra en su desarrollo infantil, y esa dificultad se experimenta ahora impidiendo la fluidez de una fase a otra dentro de la pareja. Se plantean entonces conflictos de desincronización entre la evolución de ambos

domingo, 27 de febrero de 2011

APROXIMACIÓN A LA PSICOTERAPIA GESTALT

¿Qué es la psicoterapia Gestalt?

Es uno de los modelos encuadrados en el movimiento de psicología humanista. Fritz Perls, el iniciador, la define como la filosofía de lo obvio, en cuanto su objetivo es captar lo que es evidente en un momento dado. Frecuentemente se le asocia expresiones como “terapia de darse cuenta”, “terapia de contacto” o “terapia del aquí y ahora”. Así, el objetivo primordial consiste en ayudar a la persona a que tome consciencia (tanto a nivel cognitivo como emocional) de cómo esquiva una parte de una realidad, que le puede parecer traumática. La función del terapeuta será disponer a la persona a enfrentar cosas desagradables, es decir ayudarle para que adquiera un buen contacto con su realidad.
Para la terapia Gestalt el terapeuta es su propia instrumento y, a su vez, prioriza la improvisación por encima de un corpus de técnicas de intervención pautadas y corroboradas experimentalmente. La insistencia en que la terapia es tanto un arte como una ciencia presupone que la improvisación y la creatividad están al servicio de los fines terapéuticos, y se necesitan no sólo la intuición del terapeuta, sino la asimilación de un profundo conocimiento teórico que permita emerger esa intuición de forma adecuada.

La finalidad del modelo: madurar

El fin de la terapia es crecer y madurar. Podríamos comprender que madurar es seguir el consejo de Píndaro, “llegar a ser lo que eres”. Perls describe el proceso de maduración diciendo que se trata “de convertir a las personas de cartón en personas de verdad”. Rank entiende a la persona madura como el “artista creador” o Erich Fromm como una persona que vive desde el “ser” y no desde el “tener”, en definitiva una persona madura es un “líder sin ser rebelde” (Fritz Perls) y como es capaz de vivir en relación a su propio centro no necesita vivir apoyándose en cosas.

Atreverse a crecer

El precio para lograr el proceso de maduración es aceptar con honestidad las situaciones desagradables. No crecemos porque los miedos nos atenazan en un estado de infantilismo y nos impide buscar alternativas para dar respuestas a las dificultades que se nos plantean. Podríamos plantear que se trata de “tomar el toro por los cuernos”, con la conciencia que cada torero tiene su peculiar forma de torear los envistes de sus propias vivencias. El terapeuta no tiene una función interpretativa, como en el psicoanálisis, sino una tarea cuestionadora. Como la mayéutica, que nos legó Sócrates, se trata de sacar a la luz todo aquello que nos pertenece, tanto las alegrías como las tristezas, a través de preguntas. Con las preguntas se trata de “mirar desde un determinado punto de observación” para descubrir nuevas perspectivas de la realidad propia y ajena. Una vez hemos sido capaces de ver nuevas perspectivas se trata de tomar las decisiones, de ser protagonistas de nuestro propio guión de vida.

El proceso de crecimiento

Todos hemos experimentado necesidades simultáneas y hemos prestado atención preferente a aquella que nos resulta más indispensable para sobrevivir. Ciertamente, podemos encontrar personas que en nombre de la libertad de su pueblo o la lucha contra los infieles sea capaz de sacrificar su propia existencia biológica, pero habitualmente parece que hay dos tendencias básicas en toda criatura viva: sobrevivir y crecer. Así, que en un momento dado pueden concurrir varias necesidades la vez y darse en el ambiente varios elementos para satisfacer alguna de ellas y no darse elementos para satisfacer otras.
Heráclito comprendió el flujo vital cuando sentenció “que no puedes bañarte dos veces en el mismo río”. No podemos bañarnos en las mismas aguas, aunque si podemos darnos cuenta –awareness- de las aguas que surcamos y, en gran medida, somos responsables de nuestra singladura. Mientras nadamos vamos satisfaciendo nuestras necesidades, a la vez que alimentamos nuestra chepa de sinsabores. Nuestra chepa de sinsabores se nutre de las necesidades no cubiertas o de las interrupciones en el ciclo gestáltico de satisfacción de necesidades.

El ciclo gestáltico de satisfacción de necesidades

El ciclo gestáltico tiene siete fases. La fase de las sensaciones es una fase corporal y pasiva, que se define por los estímulos que afectan a nuestros sentidos. La segunda fase es la de conciencia, en donde se interpretan las sensaciones e intervienen factores cognitivos y emocionales. La tercera fase es la de energitización en la cual surgen una serie de elementos volitivos y afectivos que energetizan al sujeto, a través del movimiento interno emocional, presionándolo hacia la consecución de la meta. La cuarta fase es la de la acción en la que el sujeto pretende un cambio en relación con el ambiente. La quinta fase es la de contacto, en ella se produce el encuentro intenso con el elemento del ambiente que se había seleccionado. La sexta fase es la de satisfacción, que una vez se ha satisfecho la necesidad aparece una sensación de homeostasis, calma y consumación del proceso con la resolución del problema. Por último, la fase de retirada en donde se produce una mutación energética que conduce al abandono del objeto de contacto, es decir, un especie de “digestión de la experiencia”.