Interpensar.
Meil
Mercer en su libro “Palabras y mentes”
nos propone el concepto de interpensar. Su tesis fundamental plantea que el
lenguaje es un instrumento para pensar colectivamente, es decir para
interpensar. Si entendemos, como Wittgeinstein ha enfatizado, que “los límites de nuestro lenguaje son los
límites de nuestro mundo” y que “inventar
un nuevo lenguaje es inventar una nueva forma de vida” tenemos que partir
de la hipótesis que en todo acto comunicativo existe un determinado “juego del lenguaje”. Un juego
lingüístico que implica que todos los jugadores, explícitamente o
implícitamente, aceptan unas determinadas reglas de juego. La mayoría de los malentendidos
emergen cuando no nos esforzamos por una comprensión mutua. Así, pensar
requiere del dialogo, en el sentido socrático o interiorizado con uno mismo, en
donde el concepto de comprensión adquiere un papel protagónico.
Explicación
o comprensión
Explicar
es reducir algo a otra cosa, reducción en la cual en última instancia se
reemplaza una cosa por otra (entre ambas cosas la explicación pretende haber
encontrado un lazo). La comprensión, como ha sido teorizada por Max Weber,
pretende desmenuzar la vivencia, sin renunciar a la explicación causal. Las ciencias
naturales explican porque con un lenguaje bajo las condiciones de objetividad,
replicabilidad y exactitud plantean hipótesis explicativas que a la luz de la
experiencia se aceptan o se rechazan. Las ciencias humanas al tener que lidiar
con sujetos tienen que asumir, como bien ha teorizado Quine, que “la verdad en sentido general depende a la
vez del lenguaje y del hecho extralingüístico”
Los
hechos extralingüísticos
Sin
tener en cuenta los hechos extralingüísticos no podríamos comprender las proposiciones
lingüísticas. Ejemplo de ello son las expresiones exofóricas, es decir,
palabras como “esto” o “allí” que hacen referencia a cosas presentes en el
contexto físico de la conversación, o la experiencia pasada compartida de los
que se comunican. De este modo, la comprensión en un acto comunicativo está
limitada por la cantidad de conocimientos pertinentes que nos permitan realizar
la contextualización. A diferencia de la explicación, que cimienta su
objetividad aislándose del contexto, la comprensión implica un pensamiento
contextualizado.
Marco
de referencia común
La
comprensión de un interlocutor dado presupone la existencia de un “marco de
referencia común”, que tanto puede ser explícito como implícito. Las palabras
contienen una sarta semántica –y emocional- que van delimitándose en el
transcurso del acto comunicativo. La comprensión esta condicionada por el
esclarecimiento de lo que queremos decir cuando emitimos palabras, que si bien tienen
un significado normativo su polisemia contextual esta escandalosamente
determinada por el “juego lingüístico” –marco de referencia común cuando hay
comprensión- de los interlocutores.
Malentendidos
en los actos comunicativos
Gran
parte de los malentendidos de los “juegos lingüísticos” son debidos a que sus reglas
son implícitas. El diálogo empático sería lo que nos permitiría explicitar lo
que se asume implícitamente. Existe una comunicación auténtica cuando somos
capaces de asumir valores compartidos. Los valores nos sustentan porque
determinan tanto nuestras emociones, como nuestros pensamientos y acciones. Una
empatía profunda implica llegar a un acuerdo sobre los valores que compartimos.
Aflorar los valores nos permitirá reconocer las cadenas que nos limitan y
llegar acuerdos para tomar una determinada dirección.
La
persuasión y la argumentación
El
objetivo final de la persuasión y la argumentación es convencer. La
argumentación se asienta en la demostración y la objetividad, mientras se
persuade cuando incidimos en el estado psicológico del persuadido. En la
práctica tanto utilizamos la persuasión como la argumentación, pero se
resuelven los problemas cuando reconocemos las motivaciones y emociones que nos
impelen. Ortega y Gasset afirmó que “en
las creencias estamos, mientras las ideas las tenemos” porque entendió que
un acto comunicativo auténtico implica hincar el diente a las creencias. Se
produce una comunicación auténtica cuando somos capaces de dialogar sobre lo que
creemos.
Una
comunicación emocional
Una
comunicación empática es la que es capaz de proponerse valores compartidos –un
marco de referencia común- explicitando lo tácito y, a su vez, argumentando
para persuadir. Finalmente, tenemos que comprender que ante todo somos seres
que sentimos y que tanto nuestros pensamientos como nuestras voliciones no se
pueden desgajar de nuestras emociones.