Haciendo que la
rutina no me defina. Teniendo un futuro abierto enmarcado en un pasado liviano
y extenso. Sentir la provisionalidad del ahora, pensando, imaginando y
fantaseando el mañana.
Sentir la fragancia
de la pasión, aderezada con la cotidianidad. Ver, vivir, saborear y volverse a
despedir. Atravesados por el tiempo, volviendo impertinentemente a recomenzar.
Al reflexionar aprendes que lo sentido y lo recordado se difuminarán en un
océano impetuoso. El placer de la unidad se deshará. Cuando ya estemos fuera no
podremos explicarnos aquello que nos inquietaba. El pasar es el modo humano de
existir.
Existir es emigrar,
escaparse del recinto cósmico. Morir es volver a la morada, a tiempos y
espacios consistentes. Somos accidentes, cercados por innumerables límites. En
el espacio libre entre los límites la pasión ilumina las sombras. A tientas,
como invidentes sobrevenidos vamos buscando remansos de paz.
Los remansos de paz
son espacios francos entre las tensiones del partir y la nostalgia del volver.
Tener el coraje de los sabios: saber y hacer como si no supiera. El
conocimiento emana de la perplejidad ante lo que acaece. La sabiduría es un
refresco que alivia la sed que nos define. No podemos más que transitar.
Sabiéndolo, algunas experiencias nos pueden llegar al corazón. Todos volvemos y
sabiéndolo tenemos que hacer cómo si lo cercano estuviese en una recóndita
lejanía.