martes, 19 de junio de 2012

Análisis de la verdad, a propósito de Heidegger.




Una proposición es verdadera cuando refleja fielmente la realidad, es decir cuando es una figura pictórica fiel de la realidad que representa. Por un lado, podemos diferenciar una proposición verdadera de una falsa en cuanto una refleja adecuadamente la realidad y la otra la distorsiona. Por otro lado, una realidad es verdadera a diferencia de aparente, ilusoria, inexistente, etc.

Así, podemos decir que existe una verdad lógica (correspondencia con la realidad) y una verdad metafísica (opuesta a apariencia). Históricamente son los griegos los primeros que entienden que la verdad se oponía a apariencia, pero a su vez la entendían que era lo que permanece. Para los hebreos lo verdadero es lo fiel, lo que se cumple o cumplirá su promesa, mientras que para los romanos verdadero es lo que da confianza, lo confiable, en último término, la veracidad.

La idea que ha prevalecido es la de Aristóteles para quien la verdad es la correspondencia con la cosa. De Aristóteles ha derivado tanto el nominalismo, en cuanto sostiene que es el intelecto quien tiene que adecuarse a la cosa, y el realismo que sostiene la inversa, la cosa al intelecto.

Ha sido Heidegger quien se ha planteado la verdad desde su sentido original presocrático: la verdad como aletheia, que significa etimológicamente descubrir, hacer patente, sacar a la luz. Es con el logos como sacamos a la luz lo que permanece oculto., que ha sido traducido a lo largo de la historia como palabra, lenguaje, razón, fundamento, pero que literalmente significa permitir ver mostrando.

A la naturaleza le gusta ocultarse y con el logos como podemos descubrirla. Goethe poéticamente lo ha descrito: la verdad tiene algo de divino, porque ella no aparece en su forma inmediata, sino que hay que adivinarla desde sus manifestaciones.

El logos descubre y encubre la realidad. Como seres humanos tendremos que levantándonos de nuestro estado de caída -encubrimiento- hacía la apertura de las cosas y la autenticidad de la existencia. Heidegger pretende ir más allá de los presocráticos planteando que la esencia de la verdad es la libertad.

No entiende que la esencia de la libertad sea poder elegir entre uno y otra dirección y tampoco es la falta de amarras frente al poder o no poder hacer algo determinado. Libertad es dejar ser, pero no desde la indiferencia sino es un comprometerse dejando ser, de modo que las cosas puedan manifestarse en lo que son y como son.

lunes, 18 de junio de 2012

El lenguaje de los sentimientos.


Tenemos sentimientos cuando los experimentamos, cuando determinadas situaciones nos provocan. Así, lo que nos afecta nos hace amar, odiar, encolerizarnos o alegrarnos.  Una vez que la situación que nos afecta se desvanece el sentimiento, que le acompaña, muta o desaparece. Cuando nos referimos a sentimientos siempre utilizamos el presente indicativo: “siento tristeza”, “siento alegría” o “siento hambre”.
Cuando recordamos no se reproducen los sentimientos: el recuerdo de la pasión por un amor sublime puede hacernos apasionados, pero es una pasión distinta; el deleite que nos provocó un apetitoso manjar no surge cuando lo recordamos: es un sentimiento de otra índole. No tengo hambre cuando la rememoro que la tuve y no siento la gran pasión, aunque recuerde hasta el más nimio detalle, que sentí en las primeras semanas.
Todo sentimiento provoca otro porque como experiencia interna del sujeto se convierte en una realidad, que analiza y valora constantemente. Habitamos en una sucesión constante de distintos sentimientos: al principio podemos experimentar la cólera, después la alegría o el malestar por haberla sentido. Los sentimientos acompañan a la experiencia, pero perviven más allá de la experiencia propiciadora.
La mayoría de nuestro malestar psicológico proviene de un bucle vicioso emocional que nos condiciona a la hora de vivir nuevas experiencias.
Un ejemplo prototípico de un bucle emocional vicioso son las fobias: el fóbico no tiene miedo al objeto propiamente dicho –sin obviar que la relación con el objeto tiene, efectivamente, unas probabilidades de riesgo- sino el miedo al miedo a lo que pueda pasar. La fobia, que se inicia como una fobia concreta, se extiende hasta hacer del entorno un entorno fóbico. Para eludir el miedo evita el objeto y aparece la conducta contrafóbica. Su fobia limita el espacio de sus actuaciones y el sujeto se irrita con el miedo que le paraliza. Después la situación se hace crónica, se irrita consigo mismo y limita sus posibilidades de actuación.
Nuestros sentimientos nos permiten adaptarnos como sujetos en nuestro entorno psicosocial (simbólico). Como sujetos somos una estructura cognitivoemocional, que debido a su intrínseca versatilidad dispone de un abanico de yoes le permite adaptarse a la realidad. Nuestro contacto con la realidad es tanto cognitivo como emocional: en tanto que problema que resolver, es cognitivo y, en tanto que objeto de placer o displacer, emocional.
Por otra parte, las emociones se contagian en tanto que se gestan en un entorno social. Curiosamente las emociones negativas se contagian más que las positivas porque a nuestro cerebro interpreta una señal de alarma que le lleva a protegerse de posibles amenazas. Existe un lenguaje de los sentimientos para cada cultura, para cada comunidad o unidad familiar. Son en nuestras relaciones personales, principalmente en nuestra infancia, donde vamos adquiriendo en lenguaje emocional que nos acompañará en nuestra vida adulta. Como Erikson afirma: “en la adolescencia es donde se plasma la arquitectura sentimental, el orden emocional del sujeto, que, luego, de adulto, se rigidifica y se consolida perdiendo su versatilidad”
En cierta manera apostamos por unos determinados sentimientos. Nuestra relación con los otros es conflictiva en cuanto siempre planea la incertidumbre en relación a la intimidad del otro. En este sentido apostamos por un tono sentimental en base a la confianza. La confianza es una forma de estrategia sobre la base de datos cognitivos incompletos, es decir con los indicios que somos capaces de captar apostamos por un determinado tono sentimental. Si nos atrevemos a ser conscientes de nuestras apuestas -en muchas ocasiones inconscientes (“el pensamiento se dice, el sentimiento se expresa)- podremos conocernos mejor a nosotros mismos y relacionarnos amablemente con los otros.