El “Manifiesto Comunista” es
una obra filosófica y política al mismo tiempo. La aspiración de Marx es que la
filosofía sea una herramienta para transformar el mundo, alejándose de una gran
parte de la tradición filosófica que aspiraba a la contemplación de la verdad.
La filosofía se convierte en una arma revolucionaria para superar las
condiciones objetivas en un momento histórico determinado. En el texto se
expone la génesis histórica de algunas contradicciones de nuestra visión del
mundo: al nivel de la ciencia y la técnica, el tipo de conflictos dominantes,
el surgimiento de la burguesía y el proletariado con el capitalismo.
En el capitulo 1 (burgueses y
proletarios) comienza como un manifiesto político, desde el presupuesto
histórico que en su tiempo “el comunismo es un poder reconocido por todos los
pueblos de europeos”. Afirma que “la historia de todas las sociedades humanas
hasta la fecha ha sido la historia de la lucha de clases”. La sociedad burguesa
ha establecido nuevas clases, nuevas condiciones de opresión y nuevas formas de
lucha. La sociedad burguesa ha creado dos clases enfrentadas: la burguesía y el
proletariado.
La burguesía es una clase
revolucionaria y ha creado un tipo de explotación “franca, descarada, directa y
adusta”. La burguesía existe porque revoluciona constantemente los instrumentos
de producción, las relaciones de producción y, finalmente, las relaciones
sociales. Tiene un carácter universal y ha creado un mundo a su imagen. La burguesía
ha sometido el campo a la ciudad y centralizando los medios de producción ha
concentrado la propiedad en pequeñas manos.
Los autores destacan que la
burguesía no puede controlar los medios de producción y transporte que ha
creado. La burguesía supera las crisis de dos formas: destrucción forzosa de la
masa de la fuerzas productivas y con la conquista de nuevos mercados y
explotación de los existentes. En definitiva, la propia burguesía ha forjado
las armas que le llevaran a su propia muerte.
El proletariado, que
únicamente pueden vivir de su trabajo, están obligados a venderse como
mercancía. Así, las masas obreras son organizadas como ejércitos y son tratadas
como meros instrumentos de trabajo. Las capas medias son conservadoras y
reaccionarias, por ello solamente le proletariado puede constituirse como una
clase auténticamente revolucionarias. Los autores sostienen que el proletariado
cada vez se depaupera más y más. Por exigencia histórica el triunfo del
proletariado y el hundimiento de la burguesía es inevitable.
En el capítulo 2 (Proletarios
y comunistas) afirman que los comunistas defienden los intereses comunes de los
proletarios. El objetivo de los comunistas es la constitución del proletariado
como clase, el socavamiento de la dominación burguesa y la conquista del poder
político por parte del proletariado. Se podría resumir en un única formula: la
supresión de la propiedad privada. Esta supresión permite evitar la explotación
y que nadie puede verse privado del poder de apropiarse de los productos
sociales. En el texto va ofreciendo
argumentos para defender el comunismo de las crítica recibidas, principalmente
en la consecuencias para la familia, la educación, los estados-nación e
ideológicas. Realizan una apología desde el convencimiento que la “ideas
dominantes en cada época fueron las ideas de la clase dominante”. Como texto
político el objetivo es arrancar todo el capital a la burguesía, centralizar
los medios de producción en manos del Estado. Finalmente, cuando el
proletariado se convierta en clase dominante mediante la revolución se
suprimirán las clases sociales: “surgirá una asociación en que el libre
desarrollo de cada uno será la condición para el libre desarrollo de los
otros”.
El sujeto en el Manifiesto Comunista
La idea que la cultura no es
independiente de la historia y las condiciones y relaciones económica nos
conduce a considerar que el sujeto es un mero producto de las condiciones
materiales y, consecuentemente, las condiciones espirituales son un reflejo de
las mismas. Más que oponerse con tesis idealistas tendríamos que matizar como
finalmente el comunismo –un hecho espiritual- pretender cambiar las condiciones
materiales. En cierta medida, la propuesta de un cambio de las relaciones
económicas parte de una determinada concepción ideal (de un determinado tipo de
sujeto). El texto es fundamentalmente ideológico en la medida que pretende
imponer un determinado tipo de sujeto. La llamada a la revolución implica un
ideal de sujeto: libre y no alienado. El camino para superar la alienación es
suprimir la propiedad privada. El ideal es que en la medida que desaparezcan
las clases sociales el sujeto será libre. Por otra parte, la condición
necesaria es que el sujeto adquiera consciencia de su condición para llevar a
cabo la revolución. La imposición vertical de una política comunista parece
indicarnos un sujeto adormecido, que necesita levantarse para darse cuenta que
la burguesía le explota y que nada más suprimiendo la propiedad privada será
libre.
El sujeto en el marxismo se
entiende como indisoluble a la clase social a la que pertenece. Así, la esencia
del proletariado es su trabajo (siendo explotado) y el del burgués su capital
(que gracias a la superestructura cada vez adquiere más poder en las sociedades
capitalistas). Los autores entienden que las clases medias no tienen una
identidad propia (irán formando parte del proletariado). Se puede plantear que
hay una consideración muy reactiva del sujeto y poca movilidad para desligar su
conciencia de sus específicas condiciones materiales. Es un sujeto
históricamente situado y que únicamente con la revolución podrá llegar a ser
libre (“la libertad es la conciencia de la necesidad”). La huella de la
dialéctica hegeliana (tesis, antítesis y síntesis) implica la promesa, que
después de las contradicciones, podemos ser sujetos libres y no explotados.
Marx, con Freud y Nietzsche, son considerados los pensadores de la sospecha
porque certifican la insostenibilidad del sistema de creencias del momento
histórico que les toco vivir. Marx, haciendo de la historia una ciencia,
propone una nueva organización social para erradicar la injusticia. El
leitmotiv es imponer una organización social justa, donde el sujeto no padezca
explotación.
La cultura es producto del
dominio de una determinada clase social. En este sentido la cultura es un
instrumento de control, de adoctrinamiento y a priori no tiene la suficiente
capacidad subversiva para luchar contra el poder burgués sin la revolución del
proletariado.