Con el reloj ordenamos
nuestra existencia. Sabemos del mundo exterior cuando sus manecillas nos
revelan un antes y un después; sin embargo, nos emocionamos cuando nos
olvidamos de su cansino tictac. San Fermín, unas fiestas sin reloj, un tiempo
para habitar el presente, para ilusionarnos con el mañana, para aligerar el
ayer.
El tiempo rígido de
nuestro quehacer diario se desvanecerá para dar paso a un tiempo elástico. A un
tiempo nuevo, de luz y verano, de pasiones y fraternidades. El 6 de julio, una epidemia
de alegría se extenderá por las calles de Pamplona. Mujeres y hombres,
autóctonos y foráneos, ataviados de blanco y rojo, de pureza y sangre, se
hermanarán para mostrarnos la senda de la felicidad. Una felicidad que no
necesitará de relojes ni de mapas. Un tiempo para encontrarnos, para hacer que
cada día sea un nuevo día.