viernes, 21 de marzo de 2008

Perspectivas filosóficas sobre la naturaleza humana

En un concurso de Dijon, auspiciado por unos ilustrados que confiaban en las bondades de la razón para el progreso de la humanidad, Rousseau (1762) se atrevió a proponer la tesis que la sociedad pervierte la naturaleza intrínsicamente buena del ser humano. Su propuesta educativa, que plasmó en el “Emilio”, no es más que dejar que la naturaleza se despliegue sin ninguna influencia perniciosa de la sociedad. Su hipótesis filosófica es que los niños no se deben educar, es decir, ponía en duda la divisa aristotélica, que había impregnado el pensamiento occidental, que los hábitos son una segunda naturaleza. Así, nos alienta a una desconfianza a las bondades de la manida responsabilidad de los adultos con respecto a sus crías.

Hobbes (1651) acepta la influencia de la sociedad porque pensaba que en un estado de naturaleza viviríamos en una constante guerra sin fin. Asumía que la igualdad natural ( los talentos son diversos y, por ende, destructivos) nos conducía a ceder nuestra libertad para vivir con seguridad. Aceptaba un “leviethán”, que nos imponía el sacrificio de ceder nuestra libertad, porque nos proporcionaba una vida pacífica (el pacto podía romperse sí no aseguraba nuestra supervivencia).[1]

Así, ante Víctor Rousseau se afanaría por mostrar el buen salvaje, mientras Hobbes se plantearía que su socialización devendría de la seguridad que fuéramos capaz de ofrecerle. Tanto Hobbes como Rousseau estaban de acuerdo que la sociedad es algo añadido a la naturaleza y, por lo tanto, la sociedad cambia la naturaleza.[2]

Un paso más allá de la consideraciones éticas sobre la bondad o maldad de la naturaleza humana es plantearse sí un bebe es una “tabula rasa” (Locke 1690) o nace con unas disposiciones innatas inalterables. Este debate en filosofía, desde una perspectiva epistemológica, se ha traducido entre las relaciones del “a priori” con el “a posteriori”. Kant, representante del criticismo, afirma que “todo conocimiento comienza por la experiencia, pero no por ello procede de ella”. Pensaba que hay unas disposiciones innatas ajenas a la experiencia sensible que nos permite un conocimiento cierto y seguro (las experiencias externas son subjetivas). El planteamiento kantiano me sirve para lanzar dos hipótesis interpretativas del debate de Victor entre herencia y ambiente.[3]

.- Sin influencias externas (educación) no hay posibilidad de desarrollo.

.- El desarrollo es el resultado de una constante interacción entre lo innato y lo adquirido.

LA ANTROPOLOGÍA Y LOS ESTUDIOS TRANSCULTURALES

Margaret Mead (1935) cuando comparó los papeles del sexo entre las tres sociedades tribales de Nueva Guinea contribuyó al debate que nos planteamos en Víctor. Mead mostró que las demandas culturales pueden tener mucho más que ver con tipos de conducta característicos de hombres y mujeres que con la diferencias biológicas.[4] La esencia del enfoque cultural es que todos los miembros de una determinada cultura participan del mismo carácter cultural y, esto, nos lleva a plantear; ¿Victor había adquirido una cultura salvaje? o ¿es posible el traspaso a otra cultura (¡más civilizada¡) una vez se ha pasado las principales etapas del aprendizaje?. José Antonio Jáuregui propone la hipótesis que la sociedad está regida por la leyes de la naturaleza, así piensa que ser español o chino no es algo puramente exterior, político o cultural: es, además, algo biológico.[5] Podemos plantearnos que la sociedad sea algo biológico, pero ¿qué ocurre cuando privamos a un ser humano de algo tan “biológico”?. Hasta los genetistas más acérrimos piensan que la humanidad esta caracterizada mucho más por la evolución cultural que por la evolución biológica.[6]

Cualquier respuesta a las preguntas planteadas nos puede resultar insatisfactoria, pero podemos proponernos dos experiencias mentales para dilucidarlas; el experimento de “la máquina parental universal” y el “mundo feliz” de Orwell. Orwell se plantea un mundo en que todo esta diseñado, es decir, que a cada miembro se le asigna una función en una sociedad que sin paliativos podríamos tildar de totalitaria. Orwell piensa que los seres humanos pueden ser moldeados en un engranaje que funciona porque cada uno cumple su función, así es el ambiente (sociedad o ingeniera genética) esculpe (como el escultor en una piedra) a los individuos. El pobre Victor se le han esculpido las vetas en una vida salvaje y podríamos pensar que no hay cincel que pueda cambiar los surcos profundos. Así, las preguntas que nos planteábamos tienen una inquietante respuesta; Victor esta cincelado en una vida salvaje y no hay vuelta atrás. La máquina parental universal se plantea la hipótesis (imaginaria) que podría construir un mundo real sin cultura para exponer a unos bebes y analizar sus conductas. Sí pudiéramos realizar este experimento ficticio podríamos responder muchas preguntas que inquietan a cualquier investigador del desarrollo humano. Víctor no pudo interaccionar con ningún ser humano hasta su captura, pero que hubiera pasado ¿sí hubiesen vivido dos niños en estado salvaje?. Quizá habrían creado una lenguaje, por muy primitivo que fuera, para comunicarse y también padecerían o disfrutarían de determinadas emociones producto de la convivencia. Es evidente que mi respuesta es una apuesta y fácilmente se puede derruir intelectualmente. Con todo, mi apuesta es que la cultura es principalmente comunicación y que haciendo uso de una metáfora biológica me planteo la hipótesis que la carencia de nutrientes llevan a la aniquilación de determinadas funciones. No hay una visión teleológica (“telos”-fin) en mis planteamientos, más bien hay la constatación que determinados nutrientes permiten un determinado desarrollo y cierran las puertas a otros posibles, pero en ningún momento me planteo que unos sean ni mejores ni más deseables que otros.[7] Así, como Mead pienso en la importancia de la cultura para el desarrollo y que debido a que somos seres que nos definimos por la plasticidad (Bolk afirma que el ser humano es un ser insuficientemente fetalizado) somos un haz de posibilidades, ni intrínsicamente malos ni buenos, que nos vamos desplegándonos como seres bio-psico-sociales a través de nuestra existencia.

LOS PSICÓLOGOS ANTE LA RELACIÓN ANTE LAS RELACIONES HERENCIA Y AMBIENTE

Darwin asestó un duro golpe a la vanidad humana al demostrar científicamente que las diferencias entre los monos y los hombres no son de especie sino de grado. Nuestra sociabilidad, hasta nuestras acciones éticas más excelsas, son fruto de las leyes de la evolución.[8]

La otra humillación proviene de la psicología; Freud se adentró en las profundidades del alma humana y nos legó la inquietante divisa de que nuestra conducta está determinada por impulsos que se generan en nuestro inconsciente.[9]

Realmente resquebrajaron muchas ilusiones alimentadas por una supuesta trascendencia que nos hacía unos seres elegidos. Tanto Víctor como sus “civilizados” mentores son parte de una misma naturaleza y, por consiguiente, la diferencia entre el “niño salvaje” y nosotros es de grado o de un “super-ego” que se ha alicatado en nuestras primerizas experiencias.

Ahora podemos soltar a bocajarro una pregunta inquietante ¿cómo hemos llegado a ser lo que somos?. Pueden haber muchas “miradas” (paradigmas, teorías científicas) para dar algunas respuestas a esta pregunta. Bandura (1965) en el seno de la teorías del aprendizaje subrayó que los seres humanos somos seres cognitivos, es decir, procesadores activos de información. Para Bandura, alejando de los conductistas radicales, los niños pueden aprender simplemente observando la conducta de un modelo social. Víctor no tenía ningún modelo social humano al que imitar, su aprendizaje se limitaba a aquello que le servía para sobrevivir en su medio natural. Tanto para Víctor como para cualquier ser humano un modelo que puede ser adecuado para dar una respuesta a lo que somos, es pensar que las relaciones entre la persona, la conducta y los entornos son bidireccionales. Mi postura es próxima a la teoría de Piaget, ya que sostengo que las personas en desarrollo son seres activos y el desarrollo ocurre como resultado de una gran variedad de relaciones complejas entre las fuerzas de la naturaleza y la crianza. Víctor carecía de “esquemas” piagetianos (en lenguaje kantiano serían conceptos que sirven para clarificar la realidad bruta que nos ofrece el mundo) que le permitieran organizar la nueva realidad.[10] Siguiendo el hilo de la argumentación de un niño activo es plausible plantearse que los esquemas de Víctor podrían transformarse para adaptarse a las nuevas experiencias.[11] La pregunta que nos asalta; ¿cuál es el límite de los esquemas de Víctor?. Esta pregunta nos remite a la idea de si existen o no periodos críticos en la evolución. Conforme a la mayoría de los etólogos defiendo que existen “períodos críticos” para el desarrollo de muchos atributos y conductas. Es verdad que no podemos asumir la rigidez del concepto de “periodos críticos” y es más acertado pensar que existen en los seres humanos “periodos sensibles” que son menos definidos y más amplios que los “periodos críticos”(más adecuados para los animales). “Periodos sensibles” principalmente quiere decir que nuestra plasticidad tiene un límite. Víctor había desarrollado unos esquemas que difícilmente podía cambiar y quizá es posible plantearse que ya no podía adquirir unos nuevos esquemas para adaptarse a la nueva realidad. Otra posibilidad es pensar, al hilo de la teoría de Maslow, que Víctor en su vida en el bosque no habría pasado de la base de la pirámide, de las necesidades fisiológicas. La educación de sus mentores más que plantearse cuestiones cognitivas o morales tendrían primeramente proveerle de seguridad y pertenencia (en este sentido sería vital la figura de la mujer que cuida a Victor). Los esquemas de Víctor tienen unos límites porque han sido moldeados por su experiencia en la vida salvaje.

En cierto modo Skinner entendería en la unicidad de Víctor porque le han moldeado sus experiencias. Un cierto optimismo de los conductistas, sin aferrarse a la osadía de Watson, nos podría hacernos plantear que podríamos alcanzar ciertos logros de socialización de Víctor modificando su conducta con ciertos condicionamientos. Esta explosión ambientalista, capitaneados por Watson, apoyados por los deterministas culturales como Boas y reforzada por los freudianos por su preocupación por la experiencia infantil, conformó un ambiente científico que cerró las puertas a las investigaciones sobre la herencia de la conducta. Una vez pasados estos años treinta, la ciencia psicológica ha realizado innumerables estudios con gemelos para dilucidar la importancia de la herencia en la conducta. Parece evidente que para un psicólogo los efectos ambientales son los más interesantes, aunque es obvio que no podemos soslayar que cada niño tiene una estructura genética única y también un ambiente único. Una pregunta acertada es la siguiente; ¿en que medida la estructura genética determina el ambiente?. Sí nos planteamos un bebe, que más o menos es un paquete genético en bruto, es nervioso e irritable podemos entender que sus padres o educadores lo trataran de distinta manera que por ejemplo a sus hermanos plácidos y tranquilos. Llevando esta tesis hasta el extremo, cuando el bebe crece, puede encontrarse en un colegio especial o en un reformatorio, en cuyo caso habrá logrado cambiar el ambiento por completo. Esta hipótesis se puede estudiar en gemelos idénticos, para quienes los ambientes varían pero los genes son iguales. Ha sido el estudio de Minnesota (1986) el que más luz ha arrojado a este debate.[12] No me voy a detener en el análisis de esta investigación, pero es interesante entender que este estudio ha puesto de manifiesto que no se puede analizar por separado la herencia del ambiente, pues es como sí los científicos realizaran estudios de la estructura del agua con la condición de considerar sólo el hidrógeno (pensando que el oxigeno esta fuera de los enlaces). Los genetistas conductuales dicen en broma que las personas que sólo tienen un hijo son ambientalistas; los que tienen más de uno son genetistas. Una perspectiva genetista abanderada por Willian Wright enfatiza que han tenido que defenderse de acusaciones de los numerosos peligros que lleva sostener sus tesis y que no se han abierto hacía los nuevas formas de enfocar la conducta humana.[13]

En cuanto a Víctor la película nos mostró que su desarrollo físico era normal y que a nivel perceptivo no tenía dificultades (aunque había desarrollado capacidades perceptivas muy adaptadas a su medio de desarrollo). Tiene emociones (y las expresa, pues una vez llora y otra ríe), pero carece de interacción social (ya nos hemos planteados la hipótesis de la máquina parental universal y entiendo que la cultura es principalmente comunicación). Concedemos a los genetistas que las emociones son genéticas, pero se visten (se regulan) con el ambiente. Una metáfora explicativa es sostener que los genes son los fósforos que poseemos y el ambiente es el fuego que los enciende o los apaga. Nos podemos preguntar al hilo de Víctor ¿podemos encender unos fósforos que tenían que haber sido encendidos en etapas anteriores a su encuentro con las mentes civilizadas?. Mi respuesta es que hay unas sucesiones temporales en el desarrollo y que los fósforos pierden su incandescencia cuando no son encendidos a su debido tiempo. Víctor posee memoria porque no le gusta que las cosas cambien y potencialmente su memoria se va expandiendo, en definitiva muestra una inteligencia práctica que cada vez se hace más abstracta. Con todo no es capaz de comunicarse con un lenguaje que requiere de un determinado nivel de abstracción y es aquí una vez más dónde entiendo que no se puede volver atrás a encender el fósforo humedecido por el tiempo.



[1] Muchos intérpretes de Rousseau y Hobbes simplifican optando por la pureza en Rousseau y el pecado original de Hobbes (Shaffer 2002). Una lectura atenta del pensamiento de Hobbes lo sitúan en la línea de un realismo político y un racionalismo que vislumbra las tesis del panlogismo hegeliano. Por otra parte, Rousseau es fundamentalmente un filósofo acosado por los ilustrados.

[2] Roger Bartra “El salvaje en el espejo” Destino.1996. Barcelona. Pág 16 “El mito del hombre salvaje es un ingrediente original y fundamental de la cultura europea”.

[3] Puede parecer osado intelectualmente citar a Kant en este trabajo, pero me baso en sus ideas porque el mismo afirmó sin vaguedades que las tres preguntas fundamentales de la filosofía ¿qué puede hacer?, ¿qué debo hacer? y ¿qué me cabe esperar? se podrían responder sí respondiéramos a ¿qué es el hombre?. En su pensamiento subyace una antropología.

[4] Un antropólogo muy interesante para este debate es Franz Boas. Un judío-alemán que huyó a Estados Unidos aterrado por la eugenesia hitleriana que concluyó que el hombre estaba “encadenado por la cultura”.

[5] José Antonio Jáuregui “Cerebro y emociones” Maeva Ediciones. Madrid. 1990. En su libro se plantea la tesis que la sociología obedece a las mismas leyes que la biología.

[6] Francisco J. Ayala “Origen y evolución del hombre”. Alianza. Madrid. 1985.

[7] Voltaire (“Essai sur les moeurs”. Pomeau. París. 1963) En un alarde de ilustración comparando los salves de la vieja Europa con los de América afirma “ Las poblaciones de América y de África son libres, mientras que nuestros salvajes ni siquiera tienen la idea de la libertad”(p 23).

[8] Darwin, Ch (1982) “Las emociones consideras como útiles hábitos asociados” En Sahakian, N “ Historia de la psicología”. Trillas. Méjico. p 225.“En primer lugar, a medida que las facultades de razonamiento y de previsión de los miembros fueron mejorando, cada hombre no tardó en aprender que si ayudaba a su prójimo comúnmente recibiría ayuda a cambio”. Otro gran adelanto fue el descubrimiento de Mendel, acerca de las leyes de la genética, publicado en 1866.

[9] De los neopsicoánalistas es Karen Horney quién concedió más importancia a la fuerzas sociales sobre las biológicas para el moldeamiento de la personalidad. Erikson pensaba que nos somos víctimas de fuerzas biológicas o de experiencias de la infancia, e influyen en nosotros más el aprendizaje y las interacciones sociales que la herencia.

[10] Fritjof Capra “Las conexiones ocultas” Anagrama. Barcelona. 2002. Pág 61 “Vida y cognición están, por consiguiente, indisolublemente vinculadas”.

[11] En la filosofía estos planteamientos han sido magistralmente pensados por Wittgeinstein. Principalmente el “segundo Wittgeinstein” el de “Investigaciones filosóficas” (inspirador de la filosofía analítica) que plantea que “los límites de mi lenguaje son los límites de mi mundo” y “aprender un lenguaje es aprender una forma de vida”. Abandona la teoría isomórfica de las relaciones realidad-lenguaje del “Tractatus”, para plantear el lenguaje como una “caja de herramientas” para operar con el mundo.

[12] Comprende datos de 331 gemelos criados juntos, 217 idénticos y 114 fraternos. Un rasgo que mostraba uno de los niveles más alto de heredabilidad, 0,60, era el tradicionalismo. También es interesante el componente genético sorprendentemente alto –una concordancia de 0,55- en la experiencia estética (p. ej en la capacidad de extasiarse con un concierto sinfónico). Otro dato interesante, por que se hunde en las raíces de nuestra singularidad, es que la necesidad de intimidad social y relaciones amorosas parece tener poca base genética (0,29)

[13] Willian Wright “Así nacemos” Genes, conducta y personalidad. Tauros. 2000. Madrid. Pág 319 “ La nueva percepción genética tiene potencial para disipar la culpa, tanto en aquellos que tienen problemas de conducta como en los padres que, en el paradigma ambiental, han sido erróneamente acusados de originarlo.”