El deseo
Domesticar el deseo,
licuarlo de esperanza,
atarlo en el mástil del tiempo
Dejarse arrastrar...
Sentir el vértigo de la desmesura
sin la capa oscura de la culpa
Regodearse con la dicha...
como un sabio titiritero
dueño de los hilos de su destino
Tendríamos que vivir cada día
morder hambrientos la mañana
Abrazar con devoción el instante
sintiéndonos dioses cada día que se vive
No en el vivir de ayer, mañana... El día
solo
El día que nace... Que se sabe transeúnte
como las ráfagas de un viento...
de un amanecer impetuoso
Primavera
En todo florecer aguarda un fenecer
como la noche azulea para saludar el amanecer
¿Y quién podrá decir
que los que fueron dejarán sus huellas antes de irse al mar?
La evocación ilumina
no la vida
Quien habita el ahora
cabalga a lomos de la desmemoria
Y la primavera lotófaga
entre lo que va siendo y lo que se va