“Todas las desgracias del hombre
se derivan del
hecho
de no ser capaz de estar tranquilamente
sentado
y solo en una habitación.” Blaise Pascal
Los valores en una pandemia.
Vivimos tiempos extraños, de espacios
exiguos y convivencias intensas. Nos sentimos esclavos o libres en relación a
nuestros valores. Así, lo que pensamos de nosotros mismos dependen tanto de lo
que preferimos como de lo que desdeñamos. El avezado Spinoza comprendió que el “conatus” -cada cosa se esfuerza, cuanto está en ella, por perseverar en su ser-
define a la naturaleza humana y, por lo tanto, una pandemia trastoca todos
nuestros valores. Nos confinamos para vencer al esquivo virus porque estamos
convencidos que nuestra supervivencia es la principal finalidad de la
existencia humana.
Rutinas y novedades
La rutina nos confiere una
cierta seguridad y la posibilidad de un determinado conocimiento. Buscamos
constantes para predecir los acontecimientos y, a su vez, encontrar soluciones
para hacernos la vida más cómoda.
Mientras la comodidad nos
atocina la novedad nos enardece. Nos apasionamos con lo que nos fascina, con lo
que esta un poco más allá de lo cotidiano. Necesitamos de nuevos estímulos para
sentirnos vivos: no queremos que la vida viva por nosotros, queremos vivir la
vida nosotros.
Una pandemia es un imprevisto que
lo cambia todo. De pronto el miedo, con sus fuertes garras, nos conecta con
nuestra sustancial fragilidad. Nos impele a cambiar nuestras rutinas para
vencerle.
La estrategia del caparazón
Tenemos que escondernos para
protegernos de un virus resistente y astuto. Vamos observando cómo traspasa
fronteras, cómo se ceba con los débiles y cómo se agazapa para sobrevivir entre
los vivos.
Estamos confinados porque nos
han dicho que manteniendo las distancias protegemos nuestro cuerpo. También
sabemos que aunque “el infierno sean los
otros” no podemos estar sin ellos, que como pensaba Aristóteles, fuera de
la sociedad el hombre es una bestia o un Dios. Así, que tendríamos que cultivar
la fraternidad para ser fieles a nuestra esencia.
El impacto psicológico
Cada cual se sostiene en sus
propias manías –el poder, la verdad, el honor, el dinero o el amor- haciendo de
ellas los fundamentos infranqueables de su existencia. Con la cuarentena aumentan los síntomas de
angustia, los sentimientos negativos o las iras agazapadas, ya que encerrados
en una habitación nos sentimos desnudos. De pronto, querámoslo o no, tenemos
que cambiar nuestros hábitos, para enfrentarnos a nuevos estresores.
Nos estresa el miedo al
contagio, la duración de la cuarentena, la frustración y el aburrimiento, los
suministros inadecuados o la información sesgada. Nos zambullimos en pantallas
para achicar nuestros miedos, para saber qué debemos hacer. Tendríamos que
buscar un momento para sentarnos tranquilamente en una habitación y
conociéndonos mejor descubrir la persona que se esconde detrás del personaje.
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