viernes, 27 de marzo de 2020

A propósito de la pandemia


“Todas las desgracias del hombre se derivan del                                                                     
 hecho de no ser capaz de estar tranquilamente
 sentado y solo en una habitación.” Blaise Pascal


 Los valores en una pandemia.

Vivimos tiempos extraños, de espacios exiguos y convivencias intensas. Nos sentimos esclavos o libres en relación a nuestros valores. Así, lo que pensamos de nosotros mismos dependen tanto de lo que preferimos como de lo que desdeñamos. El avezado Spinoza comprendió que el “conatus” -cada cosa se esfuerza, cuanto está en ella, por perseverar en su ser- define a la naturaleza humana y, por lo tanto, una pandemia trastoca todos nuestros valores. Nos confinamos para vencer al esquivo virus porque estamos convencidos que nuestra supervivencia es la principal finalidad de la existencia humana.

Rutinas y novedades

La rutina nos confiere una cierta seguridad y la posibilidad de un determinado conocimiento. Buscamos constantes para predecir los acontecimientos y, a su vez, encontrar soluciones para hacernos la vida más cómoda.    
Mientras la comodidad nos atocina la novedad nos enardece. Nos apasionamos con lo que nos fascina, con lo que esta un poco más allá de lo cotidiano. Necesitamos de nuevos estímulos para sentirnos vivos: no queremos que la vida viva por nosotros, queremos vivir la vida nosotros.
Una pandemia es un imprevisto que lo cambia todo. De pronto el miedo, con sus fuertes garras, nos conecta con nuestra sustancial fragilidad. Nos impele a cambiar nuestras rutinas para vencerle.

La estrategia del caparazón

Tenemos que escondernos para protegernos de un virus resistente y astuto. Vamos observando cómo traspasa fronteras, cómo se ceba con los débiles y cómo se agazapa para sobrevivir entre los vivos.
Estamos confinados porque nos han dicho que manteniendo las distancias protegemos nuestro cuerpo. También sabemos que aunque “el infierno sean los otros” no podemos estar sin ellos, que como pensaba Aristóteles, fuera de la sociedad el hombre es una bestia o un Dios. Así, que tendríamos que cultivar la fraternidad para ser fieles a nuestra esencia.


El impacto psicológico

Cada cual se sostiene en sus propias manías –el poder, la verdad, el honor, el dinero o el amor- haciendo de ellas los fundamentos infranqueables de su existencia.  Con la cuarentena aumentan los síntomas de angustia, los sentimientos negativos o las iras agazapadas, ya que encerrados en una habitación nos sentimos desnudos. De pronto, querámoslo o no, tenemos que cambiar nuestros hábitos, para enfrentarnos a nuevos estresores.
Nos estresa el miedo al contagio, la duración de la cuarentena, la frustración y el aburrimiento, los suministros inadecuados o la información sesgada. Nos zambullimos en pantallas para achicar nuestros miedos, para saber qué debemos hacer. Tendríamos que buscar un momento para sentarnos tranquilamente en una habitación y conociéndonos mejor descubrir la persona que se esconde detrás del personaje.  

  







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