“No te puedes bañar dos veces en el mismo
río” Heráclito de Efeso
En nuestra existencia salimos para
expandirnos y entramos para contraernos. Con la perspectiva que proviene de la
memoria adquirimos un cierta identidad. Una identidad en un constante flujo, en
un proceso de inquebrantable masticación que acaba deglutiendo las vivencias
más insospechadas.
Vivir nos obliga a una constante dialéctica
entre el apego y el desapego. Parece que tenemos que aprender a despedirnos del
pasado para vivir el presente. La angustia emerge cuando somos conscientes que
lo único que tenemos es el presente, que amándolo o odiándolo formará parte de
un nebulosa que inmisericordemente agazapará las diferencias.
La teoría Gestalt ha propuesto que la
experiencia tiene siete fases: sensación, conciencia, energitización, acción,
contacto, realización y retirada. Así, cualquier experiencia requiere de un
proceso de entrada y otro de salida. Cualquier bloqueo o distorsión en el
proceso de la experiencia provoca desajustes psicológicos y sufrimientos
emocionales. El sentido que para nosotros tenga este proceso de expansión y
contracción nos proporcionará un determinado significado de la despedida. La vida implica habérselas con las
sensaciones. No las podemos obviar y aunque optemos por no comprenderlas un día
u otro emergerán para mostrarnos que no nos podemos engañar a nosotros mismos.
Otro aspecto fundamental para comprender el
significado de la despedida son los mecanismos de defensa, que nos servimos de
ellos para atenuar el dolor de aquello que nos resulta insoportable. Se han
propuesto los siguientes mecanismos de defensa:
a.-
Proyección. Atribuir a otros aspectos que proceden del propio interior.
b.- Introyección. No se
diferencia entre lo mío y el ambiente. Tragamos sin masticar nuestra herencia.
c.- Retroflexión.
Tomarse a sí mismo como blanco de la propia actuación. Hacemos de sujetos y
objetos en el mismo tiempo.
d.- Confluencia.
Fusión del organismo con el ambiente.
e.- Deflexión. Rebajar
la intensidad del contacto.
f.- Desvalorización.
Devaluar la experiencia que proporciona el contacto. No fundirse con el
instante, poner límites.
g.- Desensibilización.
Anestesiar la sensibilidad.
h.- Egotismo.
Desensibilizarse de los otros.
Habitualmente la despedida se asocia a
pérdida, aunque también nos podemos despedir de la toxicidad de ciertas
personas o de una situación de insoportable sufrimiento. Podemos definir la
pérdida:
a.-
Quedar privado de algo (amistad)
b.-
Fracasar en el mantenimiento de una cosa
c.-
Reducir de algún proceso
Hay diferentes tipos de pérdidas: de bienes
materiales, vínculos afectivos, identidad, salud, seres queridos… El duelo
sobreviene cuando la sensación de pérdida nos invade. Es un periodo de
adaptación individual e intimo que finaliza cuando aceptamos la pérdida, cuando
somos capaces de retirarnos amorosamente de la sensación traumática. Se ha
establecido diferentes fases del duelo:
a.-
Encontronazo con la realidad
b.-
Negación
c.-
Experimentación del ira
d.-
Desorganización
e.-
Adaptación
El duelo normal tiene manifestaciones físicas
y psicológicas (tristeza, enfado, culpa, impotencia, soledad, dependencias),
conductuales (distraída, aislamiento social, llorar) y cogniciones (incredulidad,
confusión, preocupación, alucinaciones). El cuadro clínico es muy parecido a la
depresión.