Los estoicos proponen despegarnos de las pasiones, ya que
impiden la paz y la felicidad. Vivir conforme a la naturaleza implica guiarse
por la razón, facultad común a todos los hombres, mediante la cual podemos
alcanzar acuerdos y compartir ayudas. Los placeres apenas duran un instante,
mientras que el ejercicio de la razón nos trae un estado de paz profunda porque
se ha conseguido la concordia con lo más natural de uno mismo. Séneca propone
dos elementos estratégicos en la lucha contra las pasiones, y ambos manifiestan
un carácter temporal: la atención y la dilación (dejar que transcurra un tiempo
prudencial antes de actuar). La virtud implica armonía, ritmo acompasado,
coherencia, una determinada tonalidad de la personalidad, opuesta a la
asimetría y al caos pasional.
Willian James –unos de los fundadores de la psicología
actual- pensaba que la facultad de controlar la atención inquieta una y otra
vez es la raíz misma del juicio, el carácter y la voluntad. Séneca y James
sostienen el poder de la captura. Podemos definir la captura como la atención
selectiva que se enfoca en uno o en una serie de estímulos y no en otros. Una
captura es una “forma de mirar” (de
escoger una determinada perspectiva) que determina lo que pensamos, lo que
hacemos y lo que sentimos. De la misma manera que para Spinoza la felicidad
consiste en tener ideas adecuadas, podemos plantearnos que la alegría o la
tristeza depende de la captura que hagamos de la realidad. Lo que capturamos –y lo que dejamos de
capturar- esculpe nuestra mente. La capacidad de “darnos cuenta” de otras
capturas implica dos presupuestos: que existen múltiples interpretaciones y
toda captura tiene un específico “locus”.
“Locus” es un latinismo que significa lugar. Así, toda
captura se circunscribe a una determinada perspectiva. Toda perspectiva es
temporal, pues un mismo hecho se captura de distinta manera en la infancia que
en la adultez. A su vez, toda perspectiva implica fijar la atención en algunos
aspectos y obviar otros. Foucault entendió “que pensar es intentar pensar
aquello que se deja de pensar cuando se piensa”, es decir, comprender que
nuestra captura ensombrece otras posibles capturas.
El concepto de “locus” ha sido utilizado anteriormente en
psicología para referirse a la atribución causal que el sujeto sitúa a sus
acciones. El lugar de control o locus de control, acuñado por Rotter, hace referencia a la percepción
que tiene una persona acerca de dónde se localiza el agente causal de los
acontecimientos de su vida cotidiana. Es el grado en que un sujeto percibe que
el origen de eventos, conductas y de su propio comportamiento es interno o
externo a él. A contrapelo, proponemos un “locus” que se cimienta en las
creencias que asume emocionalmente e inconscientemente el sujeto, más que
justificaciones o razones de su conducta.
Todas nuestras capturas son precarias, provisionales y subjetivas,
aunque habitualmente sentimos que son firmes, definitivas y objetivas. Las
drogas nos permiten sentir menos, la psicoterapia pretende que algo distinto
capture mi atención y la espiritualidad desapegarme de los estímulos. El
budismo plantea la no captura como la esencia de la salud y la libertad,
mientras el estoicismo plantea una captura al servicio de la armonía opuesta al
caos pasional. Así, las capturas nos dominan porque lo que nos captura es el
resultado de capturas previas. El pasado es la lupa –que inamovible quema el
papel- para entender el presente. Por otra parte, podemos dominar las capturas
en cuanto seamos capaces de discernir y encauzar nuestras preferencias y
desdenes.