viernes, 24 de junio de 2011

LAS POSICIONES VITALES

Estilos cognitivos

Las posiciones vitales son estilos cognitivos basados en las conclusiones extraídas muy tempranamente por el niño que fuimos (según el análisis transaccional en los tres primeros años). La posición vital define tanto el lugar que ocupamos nosotros como el lugar que habitan los demás. Nuestro malestar o bienestar psicológico depende, en gran medida, de nuestra posición vital. La buena noticia es que somos responsables de nuestras posiciones vitales y, además, podemos trabajarlas.

Cinco posiciones vitales

a) “Yo estoy bien-tú estás bien”. Desmesurada, sin darse cuenta de los pesares propios y ajenos, nos haría unos maniacos invidentes al dolor. Implica tanto la conformidad que nosotros mismos como la aceptación incondicional de los otros.
b) “Yo estoy bien-tú estás mal”. Es una posición que se cimienta en una excesiva valoración de uno mismo y el desprecio de los otros. Ejemplos prototípicos de esta posición puede ser tanto el paranoico, que ve enemigos por doquier, como el megalómano que se erige en redentor del mundo.
c) “Yo estoy mal-tú estás bien”. Es la posición del depresivo. Habitualmente subyace un sentimiento de inferioridad y una necesidad constante de aprobación de los demás. Tanto pueden manifestar deseos para superarse como manipuladores.
d) “yo estoy mal-tú estás mal”. Es la posición nihilista, que implica que la existencia humana no tiene sentido.
e) “Yo estoy bien y mal-tú estás bien y mal”. Es la posición más realista. Se puede expresar como “yo estoy básicamente bien, tú estás básicamente bien” o “yo estoy más o menos bien, tú estás más o menos bien”.

Somos los príncipes y los sapos del reino de nuestra infancia

Al nacer nos define nuestro temperamento, somos más o menos irascibles, poseemos un determinado nivel de energía o reclamamos una determinada atención. En nuestro intercambio comunicativo con nuestros cuidadores, principalmente en el ámbito emocional, vamos formando nuestro carácter. Finalmente cuando adquirimos una determinada idiosincrasia proyectamos una determinada personalidad. Así, la patria es la infancia. Por otra parte, en nuestra adolescencia nos planteamos la posibilidad de ser apátridas, de habitar en confines ajenos a los heredados. No podemos dejar de lidiar con los mensajes paternos, somos los príncipes y los sapos del reino en el que hemos nacido.

El guión que nos determina

El curso de la vida puede estar determinado por cuatro factores: la herencia (ADN), los acontecimientos externos, el guión y las decisiones autónomas. El guión es nuestro plan de vida inconsciente, pero en la medida que lo hacemos consciente lo podemos cambiar. Cuando nos enfrentamos a una situación de estrés existe mayor probabilidad de que entremos en nuestro guión. El guión es una solución mágica para resolver un asunto básico que no se resolvió en la infancia. La necesidad básica de todo niño es el amor y la aceptación incondicional.

Mandatos sobre lo que se debe y no se debe hacer

Todos hemos recibido mandatos para protegernos y adaptarnos cómodamente a la sociedad. Mandatos como ¡sé bueno¡, ¡no seas travieso¡, ¡sé feliz¡, ¡sé mi princesa¡, ¡no te tomes en serio¡, ¡haz lo que te guste¡, ¡esfuérzate¡ o ¡sé el primero de la clase¡. Podemos aceptarlos o rechazarlos, pero no obviarlos. Sí somos capaces de reconocer los mandatos que determinan nuestro guión podremos tomar decisiones para escoger nuestra forma de relacionarnos con nosotros mismos y con el mundo.

Date prisa

La mayoría de los que habitamos en occidente tenemos que lidiar con la orden de “date prisa”. Decía Nietzsche que un ser humano libre requiere de la lectura lenta de los acontecimientos, de situarse en una atalaya para reconocerse como protagonista o mera tramoya de su propia tragedia o comedia. Así, el mundo puede convertirse en una comedia para los que piensan o en una tragedia para los que sienten. El mandato de “darse prisa” nos impide dilucidar lo que sentimos y nos empuja a ser aquello que nos han dicho que debemos ser.