Qué son tus
palabras. Alas para volar o plomo para disparar.
Me tienes,
sabiendo que nada tienes. Te tengo, sabiendo que nada tengo.
No son míos
los nombres ni los verbos: ellos tienen sus historias y sus vidas.
Tus
palabras son promesas, utopías del mañana.
Una palabra
es una mirada, una óptica que oscurece y alumbra, una cuerda deshilachada.
Son con tus
palabras calladas, con las que te invento, con las que te amo.
Mi verbo
afónico, huérfano de tu eco, se ha perdido.
A veces,
las palabras son faros que iluminan puertos. A veces, las palabras son barcos
sin puertos.
No sabemos
si hay o si no hay límite. Y, sin embargo, las palabras son el límite de lo que
conocemos.
Las
palabras no alcanzan nuestros abismos. Nunca acabamos de comprendernos del
todo.
Leer es
arriesgarse. Es dudar de nuestras convicciones.
La ética,
el sentido del mundo, descansa en la sombra de las palabras. El verdadero
maestro enseña con sus actos, no con sus palabras.
Escribiendo
uno va entendiendo lo que piensa. Uno va sacando a la luz a lo que se oculta.
Mientras la
filosofía nos ofrece un camino, un mapa del territorio, la poesía insinúa
metas, pero sin indicarnos la senda para alcanzarlas.
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