jueves, 31 de marzo de 2011

Reflexiones desde Antonio Damasio

Damasio ha insistido en que las emociones están conectadas con nuestros razonamientos. La modernidad se inicia con Descartes cuando propone un método para que el sujeto pueda alcanzar verdades claras y distintas. Comienza desconfiando (dudando) de todo, hasta darse cuenta que dudar es pensar y, por consiguiente, asienta el fundamento de su edificio filosófico en el cogito. Continúa su andamiaje con el cogito ergo sum, es decir, hay dos sustancias: la res extensa y la res cogitans. Se encuentra con el problema de la unión de ambas sustancia y propone la teoría de la glándula pineal.

Ciertamente los racionalistas desconfían de los sentidos (emociones), y la pretendida universalidad y necesidad se cimienta en la res cogitans. Los empiristas reaccionan reivindicando el papel de la experiencia sensible y es Kant quien sintetiza la doble vía epistemológica que define la ontología moderna. Kant afirma que “todo conocimiento comienza con la experiencia, pero no por ello procede de ella”. La experiencia, trufada de emociones individuales, requiere de elementos a priori para dotarla de contenido de verdad. La desconfianza en las emociones proviene de su carácter individual, inestable, intransferible… La razón se legitima porque es capaz de despojarme de lo emocional. En definitiva para Kant ante una pasión negativa lo que haces es negarla por pura voluntad. Es Spinoza que postula un monismo (una sola sustancia, Deus sive natura) y afirma que conocemos dos atributos (cogitans y extensa) de los infinitos que contiene. Con Spinoza la mente y cuerpo son dos expresiones de la misma sustancia, es decir, las emociones son inseparables de nuestros pensamientos. Nos advierte que una empresa que pretenda desterrar las emociones de nuestros razonamientos resultará fallida. Para Spinoza la mejor manera de contrarrestar una emoción negativa concreta es tener una emoción positiva muy fuerte.

Damasio ensalza a Spinoza porque se dio cuenta que las emociones no deben reprimirse. A nivel de la asignatura nos plantea un gran reto: el objetivo de una buena educación es organizar nuestras emociones de la forma que podamos cultivar las mejores emociones y eliminar las peores.

Desde la psicología podemos comprender cómo después de la revolución cognitiva se ha producido una revolución emocional. Una revolución emocional que pretende el papel protagónico de las emociones en nuestra conducta. Entendemos que Damasio lo que hace es conjurar a los dos protagonistas (pensamientos y emociones) a que se interrelacionen en la obra de la vida: “los sentimientos son tan cognitivos como cualquier otra imagen perceptual, y tan dependientes del procesamiento en la corteza cerebral como cualquier otra imagen”. Damasio nos dice que el error de Descartes es situarnos en un racionalismo intocable que ponía los sentimientos en un lado y la razón por otro. Los sentimientos, lejos de perturbar, tienen una influencia positiva en las labores de la razón.

A las mujeres se les ha adjudicado el patrimonio de pensar las emociones y se ha pensado que es menos buena. De un modo parecido a Benhabib entiende que históricamente los hombres han cultivado las emociones que se han relacionado con la agresividad, mientras las mujeres las que tienen que ver con la simpatía o la compasión.

Para Damasio el objetivo es reequilibrar las emociones y evitar separarlas por género. La razón empezó con emociones como el miedo, la compasión o la alegría. Su hipótesis es que emociones como la tristeza, el miedo, la ira existen dentro de nosotros, pero se puede atenuar o reforzar con la culturización y educación que recibimos. Se plantea que las creencias se informan por las emociones. Se aleja tanto de Rousseau como de Hobbes, en el hombre reside tanto un ser que puede extasiarse con la quinta sinfonía de Beethoven y otro transformarse en un nazi enervado por un destino superior. La razón no es esclava de las pasiones, a contrapelo de Pascal que afirmaba “que hay razones del corazón que la razón no entiende”, piensa que la emoción crea razón, y la razón conduce a su vez a esa emoción a otro nivel más consciente.

Damasio distingue entre la fase de la emoción, ligada a un estímulo que tiene la capacidad de desencadenar una reacción automática (asunto del cuerpo), y los sentimientos que es un conjunto del estímulo que lo ha generado, la reacción del cuerpo las ideas que acompañan a esa reacción (asunto de la mente). Con Benhabib nos hemos planteado la posibilidad de un éros y una philia que nos remiten a la idea que Damasio distingue entre una pasión (que lo relaciona con la atracción) y el sentimiento de alegría. Así la emoción es un conjunto de cambios en el estado corporal que responde a los contenidos del pensamiento y se relacionan a una entidad o acontecimiento determinado, y los sentimientos es cuando nos damos cuenta de los cambios corporales y los vamos verificando de forma continua. La imagen nos transmite no es un hombre máquina que responde a los estímulos externos de forma mecánica, sino parte de la hipótesis que los circuitos del cerebro de cada ser humano es única: representa su biografía, su historia.

Pensamos que el modelo es muy holístico, en la medida que integra lo biológico con lo cultural. Se aleja del pertrechado positivismo chato para acercarnos a la interrelación constante de los procesos biológicos con los procesos culturales. Hemos pensado que su apuesta es una forma de reivindicar la concepción del ser humano como un ser bio-psico-social.

En las relaciones interpersonales, los sentimientos no bastan (“el amor no lo puede todo”) y Damasio insiste que es muy fácil dejarnos engañar por nuestros sentimientos. Desde un punto de vista psicoterapéutico con Damasio comprendemos que tenemos que ayudar a los sujetos a que tomen conciencia de los sentimientos de su cuerpo (es un trabajo congnitivo-emocional). En los análisis realizados en clase hemos visto como nuestros criterios tienen una clara tendencia a justificar en pos de la continuidad de una relación las conductas que podrían ser reprobables desde una perspectiva fundada en el “otro generalizado”. En nuestras relaciones íntimas no predecimos muy bien porque perdemos el juicio al tener una fuerte emoción positiva.

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