lunes, 7 de enero de 2008

Cambio y fragmentación en la sociedad actual

El reverso del proceso imparable de racionalización en nuestras sociedades es el desencanto. Hemos olvidado la posibilidad de un universo armonioso. La racionalización, con su promesa de liberarnos, nos ha enjaulado con unos barrotes de acero. Ante el nuevo destino podemos retroceder a la quietud de las antiguas iglesias o luchar con entereza ante el nuevo destino.

Las ideas son como un guardagujas que desvía el curso de la historia en una dirección u otra. La dominación racional ¾producto de la burguesía¾ puede ser sustituida, en la sociedad actual, por la preeminencia de un nuevo tipo de dominación informativa.

El cambio y la fragmentación son dos conceptos apropiados para comprender la sociedad actual. Mientras la racionalización apunta a la uniformidad, la sociedad actual requiere que los individuos compitan en una búsqueda incesante de novedades para adaptarse a un entorno cada vez más furtivo y desintegrado. Nos impelen a privatizar la moral para que nuestras interacciones graviten en torno a la funcionalidad. Al final no hemos tenido más remedio que relegar progresivamente la confianza que nos profesábamos.

Todavía la cultura nos permite humanizarnos, generar un nuevo tipo de ser humano. Se han resquebrajado los tres ámbitos que nos conferían identidad: las familias tienen reinventarse constantemente, nos ofrecen un trabajo inestable y, finalmente, nos alientan con la irracionalidad de sustentar cualquier tipo de ideología. Nuestra identidad se define por la eclosión de un individualismo abstencionista, por la omisión consciente o inconsciente del “nosotros”.

Por primera vez en la historia, la unidad básica de la organización económica no es un sujeto, sea individual (como el empresario o la familia empresarial) o colectivo (como la clase capitalista, la empresa o el estado), sino que la unidad es la red, compuesta por diversos sujetos y organizaciones, que se modifica constantemente a medida que se adapta a los entornos que la respaldan y a las estructuras del mercado. El espíritu de esta nueva economía es el informacionalismo. Éste nuevo espíritu no puede considerarse una nueva cultura ¾en el sentido tradicional de un sistema de valores compartidos¾ en cuanto la cantidad de individuos que hay en la red y su diversidad rechazan cualquier atisbo de una sola “cultura en red unificada”. A pesar de ello, existen valores que la red comparte: una cultura de lo efímero, una cultura de la decisión estratégica y un mosaico de experiencias e intereses, más que una carta de derechos y obligaciones.

La organización económica actual es virtual y multifacética. Nuestro escenario social se oscurece al constituirse una estructura social cada vez más polarizada, en la cual el vértice y la base aumentan su cuota a expensas de la parte media.

Al pedirnos agilidad para adaptarnos a los constantes cambios lo que hacen es plantarnos en un mundo rodeado de incertidumbres. La disminución de los trabajos agrícolas e industriales con la creciente importancia de los servicios, así como la salud y la educación, muestran un progresivo abandono de las actividades que antaño dotaban de identidad al individuo. Las nuevas profesiones tienen un presente satisfactorio y un futuro incierto. Nos han ofrecido una nueva ética del trabajo que erige a la flexibilidad como valor moral fundamental. Una nueva moral que hace imposible que los individuos se identifiquen con su oficio y que su estatus ¾posición social¾ provenga exclusivamente de su capacidad de consumo.

El consumo, por su misma constitución, es efímero e incapaz de satisfacer la necesidad de valores trascendentales. Todos estos procesos ¾consumismo, flexibilidad, incertidumbre, pérdida del sentido ético¾ serán más patentes en la sociedad contemporánea conforme la economía se vaya haciendo más virtual.

La virtualidad es la etapa final de la globalización económica. Con el derrumbamiento del sistema comunista, la globalización económica se afianza y va minando las fronteras económicas de los estados-nación, haciéndoles obsoletos como entidades políticas y económicas. Así, la globalización económica es un proceso inherente a la lógica racional-instrumental del capitalismo.